Los vegetarianos habrían de resurgir

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Érase una vez, en los albores de la humanidad, una tribu que vivía en algún lugar del globo terrá-

queo. Esta tribu era característica por ser vegetariana. Y no eran vegetarianos porque se basa-

ran en algún tipo de análisis racional o emocional, el cual las personas del mundo actual nece-

sitan para darse cuenta que lo de comer carne solo es algo infundado por una sociedad consu-

mista y cruel y no necesariamente necesario o lógico, aceptaban tal cual que no había que ma-

tar animales ni abusar mas allá de lo debido de lo que la naturaleza les ofrecía porque debido a

exhaustivos controles de natalidad nunca temían que llegase el día que no hubiera suficientemen-

te algo para ellos. Nunca cortaban árboles, pero si utilizaban las ramas de la poda para calen-

tarse en invierno y construir casas mas resistentes. Comían huevos de sus gallinas, bebían le-

che de sus vacas, vestían con la lana que esquilaban de sus ovejas y gracias a los bueyes y

burros araban la tierra que les proporcionaba los cereales necesarios para vivir. Cuando llegaba

el invierno se refugiaban en cuevas y sobrevivían con los frutos secos y demás cosas recolecta-

das durante el verano. Con semejante panorama, no era de extrañar que una tribu como la vege-

tariana no tuviera necesidad alguna de actos violentos, mal humores, envidias o cualquier otro

tipo de rencillas, conflictos, obesidad u otro problema gastrointestinal. En la tribu siempre reinaba

la paz, el amor, la confraternidad y la convivencia con la naturaleza.

 

Pero en algún lugar del globo nació después otra tribu algo mas inteligente (aunque habría que

definir bien eso de inteligencia) conocida por ser todo lo contrario; a pesar de que presumían de

ser mucho más inteligentes, no dejaban de ser sanguinarios, crueles, despiadados y despreocu-

pados; mataban animales para comer su carne y hacerle bonitos vestidos a sus mujeres que lue-

go iban a las fiestas de gala y a la prêt-à-porter para fardar con las hipócritas de sus amigas.

Eran celosos, ruines, mezquinos, mentirosos y siempre estaban luchando entre ellos; era uno de

los efectos de ver sangre derramada. Debido a su extrema capacidad mental, esta tribu se preo-

cupaba poco por el bien común y se las ingeniaban para crear armas mas sofisticadas (se

tiene constancia de que sino inventaron las armas nucleares, si que asentaron las bases para

ello), por lo que se expandieron con su afán de lucro por todo el globo terráqueo comercializando

armas y matando a los inocentes vegetarianos, que nunca habían hecho daño a nada ni a nadie, o

convirtiéndolos al carnivorismo (luego nacerían grupos de seudo vegetarianos hipócritas que defen

dian los derechos de los animales, pero no obstante seguían comiéndoselos a no ser que fuera el perrito o gatito de turno), ya que no eran rentables para el negocio; lo que llevo inexorablemente al

consumismo desbordado, el capitalismo y la dictadura que aún hoy nos invade. Pero no confor-

mes con eso, se adueñaron de las tierras, que ni de lejos les pertenecían; crearon impuestos - pe-

ro mucho antes ya habían creado el dinero, insuflándole a éste el valor necesario para que la gente

se matase por él - tan absurdos como el I.V.A, el I.R.P. F, el I.B.I e incluso un impuesto para las

aguas, y todo el mundo aceptó como "logico" (o porque si no los mataban) que parte de ese di-

nero fuera para reyes y señores que no hacían sino contribuir al bien común despilfarrándolo en fi-

estas mientras el resto de los mortales moría de hambre.


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