Fin de año
Cinco minutos para el cambio de año. Finisterre (Galicia, España)
–A falta de escasos minutos para que concluya el año, devolvemos la conexión a nuestra enviada especial en Finisterre.
»Todo preparado para esta entrada de año tan especial. ¿Verdad Nacha?
–Efectivamente Juanra. Como ya hemos informado en la conexión anterior, para celebrar el ciento setenta y cinco aniversario de la puesta en marcha del faro de Finisterre, el señor Bayardo, alcalde del municipio, hará sonar doce veces la sirena de niebla, acompañando de esta manera tan singular a nuestras tradicionales uvas de la suerte. El tráfico marino ha sido debidamente informado de dicha eventualidad, y buques de la armada y salvamento marino patrullan las aguas ante posibles incidencias.
»¡Atención Juanra! Ha llegado el momento. Preparen sus uvas y… ¡Feliz entrada de año!
El suceso
Primeros minutos del día 1 de enero. Madrid (España)
–Hemos perdido la señal desde Finisterre. ¡Problemas del directo! Mientras retomamos la conexión con nuestra compañera Nacha… ¿Qué me dicen de la pirotecnia que ha acompañado estas «campanadas» tan especiales? A nosotros también nos ha sorprendido, pero sabiendo lo aficionados que son nuestros amigos gallegos a los fuegos artificiales… Un momento, algo extraño ocurre. Hemos retomado la conexión pero nadie… se mueve. Parecen desmayados. ¡Sí! Todos los que hasta el faro se habían acercado para celebrar el fin de año se encuentran tendidos en el suelo. ¿Habrá sido un rayo lo que creímos un fuego artificial? ¿Qué…? ¡¿Nadie responde en todo Finisterre?! Un rayo. Seguro que ha sido un rayo…
»Ahora las cámaras enfocan algo… Un avión. ¡Está cayendo, y se dirige…! ¡¡¡Dios mío!!! ¡Qué terrible explosión! Todos esos cuerpos tendidos en el suelo sin que nadie pudiera hacer nada por ellos. Dios mío… ¿Pero qué ha ocurrido?
La certeza
3:03 (hora española) del día 1 de enero. Conversación telefónica entre el Sr. Corona, presidente español, con su homólogo estadounidense, el Sr. Niven.
–¿Un ataque terrorista, quizás?
–Imposible, señor Corona. Ninguna organización contaría con los medios necesarios para llevar a cabo un ataque de semejante envergadura. También hemos perdido contacto con Portugal, Islandia, buena parte de Groenlandia y Brasil, así como con varios países de la costa oeste africana. El profesor Levinson, responsable del grupo científico del gabinete de crisis, defiende causas estrictamente naturales. Se lo paso.
–¿Señor Corona? Lamento saludarle en tan dramáticas circunstancias.
»Como bien le ha comentado el señor presidente, el suceso comenzó a las 19:00 hora local, justo en su cambio de año. Nuestros satélites captaron la repentina aparición de una franja de energía entre los meridianos 7 y 9 que unía los polos en una línea más o menos recta. Permanece estática por lo que, si tenemos en cuenta la rotación del planeta, la franja volverá al punto de inicio en algo menos de veintiuna horas, acabando con cuanta vida humana entre en contacto. Sólo la humana, lo que no deja de ser extraordinario. Únicamente las aeronaves que navegaban al paso del suceso a una altura superior a los treinta y tres mil pies no se han visto afectadas.
–Como verá, señor Corona, la situación es crítica. Teorías defendidas por el profesor Levinson y sus camaradas, que no tengo la formación ni el tiempo para explicar, afirman que el suceso finalizará a las veinticuatro horas de haber comenzado; Dios quiera que no se equivoquen. Lo único que puedo hacer por mi país es poner en el aire todas las aeronaves de que dispongo, salvando a cuanto ciudadano pueda embarcar gracias a esa bendita cota de treinta y tres mil pies. No serán muchos, pero menos es nada.
»Sabe Dios lo mucho que lamento la situación de mi país, pero le confieso que no envidio la suya. Todos los que puedan alcanzar las zonas ya devastadas, teóricamente libres de riesgo, en las próximas veintiuna horas intentarán llegar hasta ellas. Prepárese para el caos, la desesperación y la lucha del superviviente. Le recomiendo que movilice al ejército y a las fuerzas del orden público, y que haga patrullar la costa occidental con cuanto barco disponga, pues serán muchos los que caigan al agua empujados por la ola de desplazados, que se prevé incalculable.
»Buena suerte… Y que Dios les acompañe.
El caos
21:15 del día 1 de enero. Terminal Pablo Ruiz Picasso (Aeropuerto de Málaga, España)
–Torre de control a aeronave desconocida. Repito. Dé la vuelta, está entrado en espacio aéreo restringido.
–Soy yo el que le repite que me es imposible. No tenemos combustible, y llevamos mujeres y niños a bordo.
–Aquí torre de control. Es nuestro último aviso. Dé la vuelta o nos veremos obligados a disparar.
–¿Qué coj…?
–Defensa controla el espacio aéreo por orden del Presidente y estamos en disposición de abrir fuego. Dé la vuelta ahora mismo.
–Paco… Esta gente va en serio.
–Y yo también compadre. No tenemos combustible para llegar a otro aeródromo, y nos queda menos de cinco horas para llegar a la frontera con Portugal, donde dicen que ya pasó todo.
»¿Has visto la masa de gente y vehículos que se desplaza hacia allí? O aterrizamos ahora o no tendremos tiempo de llegar… ¡Allí veo un hueco!
–¡Espera Paco!
–¡Aquí torre de control! ¡Acaba de entrar en ruta de colisión con otro aparato! ¡¡¡Corrija el rumbo inmediatamente!!!
–¡¡¡Cuidado, Paco…!!!
La marea humana
23:47 del día 1 de enero. Finisterre (Galicia, España)
–Me encuentro en Finisterre, el Finis Terrae romano que para muchos supone la salvación. En mi retina aún conservo las últimas imágenes de nuestro compañero cámara José Luis, espeluznante testimonio del suceso a su paso por Praga. En ellas veíamos cómo una franja de luz que abarcaba todo el horizonte avanzaba lenta, pero inexorable, hacia el puente de Carlos, desde donde nuestro compañero filmaba con resignación la llegada de la muerte.
»Pero a la tragedia de los fallecidos se impone la de los supervivientes. Son millones los que hasta aquí llegan, componentes de un tsunami de desesperación y sufrimiento de fuerza imparable. Apenas nos queda ropa con la que cubrirnos, arrancada hace tiempo por el roce con miles de personas, y luchamos a brazo partido por un palmo de esta tierra prometida sembrada de cadáveres.
»Grabo este testimonio en la red con la esperanza de que no se pierda. No puedo hacer otra cosa; es imposible vencer a esta marea humana que nos empuja hacia el acantilado. Los gemidos de los que en el suelo son pisoteados apenas llegan a nuestros oídos, sobrepasados por el aullido de los que son lanzados al vacío. Forcejeo y gano algunos centímetros. Vuelvo a ceder… ¡Pierdo pie! ¡¡No!! ¡¡¡¡Noooooooo………!!!!
El amanecer
9:03 del día 2 de enero (nueve horas después de terminado el suceso). Barco pesquero Julia II. Aguas gallegas en torno al cabo de Finisterre (Galicia, España)
–Siguen cayendo por el acantilado, patrón. No tienen forma de pararlos.
–Roguemos porque en algún momento consigan detener el flujo.
–Hasta entonces…
–Hasta entonces haremos lo mismo que las últimas siete veces: desembarcar a los supervivientes que llevamos, cargar combustible y volver a por más.
»Ya habrá tiempo de enloquecer por los que hemos dejado atrás.
–Si me disculpa… Voy a preparar café.
–¡Mira Yago! Amanece.
»Por fin amanece en el fin del mundo.
B.A., 2.014
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