Sus lágrimas empañaban tanto sus ojos que le era casi imposible ver más allá del volante.
Sus pulmones se cerraban cada vez que intentaba coger aire mientras el llanto se hacia cada vez más fuerte.
No podía pensar, se le hacía casi imposible poner cualquier pensamiento en claro.
¿Por qué me pasa esto a mi?
Era incapaz de levantar el pie del acelerador, el cuenta kilómetros subía y subía, hasta alcanzar los doscientos kilómetros de velocidad en una carretera de cien.
Estaba perdiendo el norte.
Y encima era estúpida.
-¡Vas a matar a alguien!- pensaba. Pero el pie no respondía a ningún impulso, quería, pero no podía. Sólo podía llorar y recordar todo lo que había pasado.
El daño que había hecho.
Las personas a las que había herido.
Lo estaba perdiendo todo:
Familia.
Amigos.
Trabajo.
Personas que la querían acababan marchándose, dejándola sola.
Como si nunca hubiera existido, como si fuera un mal sueño de los que te es imposible despertar.
Quizás era mejor así. Quizás era mejor desaparecer.
Siguió conduciendo.
Odiaba la playa, pero había un mirador al que solía ir a veces que le encantaba. No era muy accesible, ya que el camino era malo.
Se encontraba en uno de los puntos más altos de la isla, por lo que tenía las vistas más bonitas e impresionantes que hayas visto nunca.
Necesitaba un "Reset" Aclararse, pensar en lo sucedido.
Necesitaba parar de llorar, necesitaba respirar.
Aparcó donde solía hacerlo cada vez que iba, bajo aquél árbol de aspecto cónico lleno de hojas verdes que se mantenía igual durante todo el año. Por fin había recobrado algo de conciencia, sus extremidades ya respondían ante sí y poco a poco iba asimilando todo lo sucedido.
Recordando a su madre y sus lágrimas.
Recordando los gritos de su padre de la última noche en casa.
Las llamadas que nadie ya le cogía.
La carta de despido.
Se miró por el retrovisor y ya no se reconocía. Tenía ojeras y manchas en la cara. Su expresión era triste y su mirada, vacía. Ya no había sonrisa, ni sus dientes relucían un aspecto blanco.
Se estaba destruyendo. Se había destruido. Con cada calada, con cada gramo que había pasado tantas y tantas veces por sus manos.
Y lo peor no era que ella se destruyera, lo peor era la catástrofe que había creado a su alrededor; cómo si se tratara de una bomba atómica explotando lentamente y matando poco a poco el interior de cualquier persona que se le acercara.
Tenía que arreglar todo aquello, todo el daño hecho. Debía evitar arruinar alguna vida más... Y entonces lo vio claro.
Dejó la puerta abierta a su paso, caminando tan firmemente como podía y abrazando en su pecho aquella foto que representaba la felicidad absoluta en una época que ya ni recordaba.
"Cierra los ojos y piensa en algo bonito", solía decirle su madre cuándo el miedo se apoderaba de ella.
Cerró los ojos y pensó en su familia, en su madre, su hijo y en su pareja.
Los pensó sonriendo, eso le bastaba.
Era suficiente,saltó.
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