Cerrando el círculo (capítulo 2/6)

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¡Sí! El primer paso estaba resuelto. No tengo ni puta idea de lo que pareció esa llamada,  pero tampoco me importaba una mierda lo que Akim pensara de ella. Sin duda él tenía muy claro que le llamé para que me empalara como había hecho ya varias veces antes. Usando un subterfugio algo surrealista, de acuerdo. Pero poco importaba ahora eso. Y si he de ser franca, efectivamente esas bragas de La Perla me costaron una pasta así que, si encima las recuperaba, noche perfecta y círculo cerrado. Todo esto me estaba sofocando por momentos y sentía cómo se humedecían mis genitales a medida que iba asumiendo ese primer paso de mi siniestro plan sexual para con Mónica. Volver a estar en presencia de aquel moro me volvía loca de lujuria, y esta vez era un desenfreno que iba a compartir con ella. ¡Uff! En ese mismo momento pillé a mi Rocco de látex, me fui al lavabo y, saltando dentro de la bañera, mientras orinaba nerviosamente, agachada y abierta, me lo introduje hasta el fondo de mi coño en lo que pasó a ser “la mejor paja de la semana”. Llamé a Mónica cuando me hube desahogado: “No quedes con nadie para el viernes” le comenté con la promesa de explicarle más.

 

El mismo viernes por la mañana, aprovechando que el novio de Mónica estaba trabajando, nos vimos en su casa. Mónica es una mujer de mi edad, amiga desde el cole. De toda la vida, vaya. Físicamente más atractiva que yo, mejores curvas y más guapa de cara. Al menos en mi opinión. Una apreciación mía que no comparte todo nuestro entorno más inmediato, pero ahora estoy escribiendo yo. A mi juicio ella cometió el error de echarse novio a una edad muy temprana, de comprometerse a la forma tradicional desde los 20 años y, por lo tanto, descartando esa libertad sexual que necesitamos todos antes de decidir quién será la pareja más adecuada para convivir. Lo suyo fue amor, dice. Y ahora resulta que no puede usar más que sus dedos porque si, encima, su novio la pillara con un consolador en casa, él lo consideraría una “infidelidad de goma”. Es de locos.

 

Estando ya en su casa, con la tranquilidad y el recogimiento que ello implica, me dispuse a hablarle de Akim. Le conté con detenimiento y lo más explícitamente que pude todos los detalles y mi experiencia relacionada con él.

 

“¿Y dices que hace 3 meses de eso?”, me preguntó con cara de alucinada.

“Hace 3 meses que Santi me lo presentó, sí”

“¿Y hasta ahora no me habías dicho nada, tía?”, insistió perpleja.

 

Le expliqué las razones que me impidieron hacerle partícipe de esa aventura sexual e intenté que me comprendiera.

 

“Está bien pero, ¿qué tiene que ver conmigo todo esto, ahora?”

“Esta tarde iremos tú y yo a ver a Akim, te lo presentaré y echarás el puto polvo de tu jodida vida, nena”, afirmé con contundencia.

“Pero...” balbuceó absorta.

“Oye Moni, necesitas echar un buen polvo, joder. Y con este tío fliparás. No es “Chorch Cluni”, de acuerdo, pero es una puta máquina de follar, discreto, directo, sin tabúes ni malos rollos”.

“No sé si eso es una buena idea, Eva...”

 

Mónica estaba deseando algo así desde hacía mucho tiempo. Y yo lo sabía. Un rollo sexual seguro y sin compromisos era un regalo que dudo que rechazara tan fácilmente.

 

“Escucha una cosa, nena”, la desafié. “Ponte un segundo de pie, por favor”.

 

Se levantó extrañada y me acerqué a su vera. Rápidamente y sin que pudiera reaccionar le metí la mano debajo de la falda y, súbitamente, también bajo sus bragas, justo hasta llegar clandestinamente, con un solo dedo, hasta su vagina.

 

“¡Qué haces, tía!” reclamó mientras doblaba su cuerpo apartando su entrepierna de mi mano.

“Solo comprobaba si te habías mojado tras haberte contado mi plan para esta tarde”, le expliqué con semblante muy serio, a pesar de estar partiéndome el culo por dentro.

“¡Serás guarra! ja ja ja...”, se lo tomó en broma al verme tan seria.

“Sí, soy lo que quieras, pero mira mi dedo, nena”.

 

Mónica se había mojado considerablemente. Nunca antes la había tocado así. De hecho, nuestras bromas sexuales mutuas jamás fueron más allá de las típicas tonterías, pero también habíamos hablado varias veces de no descartar algún día una experiencia sexual en serio. Sin duda, nos gustábamos más allá de una simple amistad. Y el morbo de comerme su coño bien mojado aún permanecía en mi lista de “cosas pendientes”. Mónica era, realmente, una ninfa estupenda. Y mejor persona.

 

“Claro que estoy mojada, tía. Me has estado contando con detalles tus rollitos con ese moro y, ¿crees que soy de piedra? Vete a la mierda”.

“Pues hoy a las 7 he quedado con él, y tú vas a ser su sorpresa”.

“Dios, espero que sepas lo que haces, Eva”, concluyó perversamente preocupada.

“Veo (y huelo) que te has puesto súper cachonda. Moni, ¿quieres que te coma toda la chona?”, repliqué con mi semblante todavía muy serio.

“Que te pires, so guarra”.


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