Al final se cumplió la profecía maya... (Primera parte)

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Creo que es el 22 de Diciembre. 

Estoy un poco desorientado…la soledad de la habitación en la que me encuentro me hace volver a pensar una y otra vez en la misma cosa… “no hicimos caso a los mayas y al final se cumplieron sus predicciones”.

Todo es de color blanco a mi alrededor, parece muy limpio y no hay más que una puerta….¡Estoy atado a una cama!.

 

Pero y yo…¿qué ha pasado conmigo?, ¿me he salvado?, ¿he sido abducido por los seres verdes?, ¿habrá alguien más que, como yo, esté atado en esta especie de cubículos de hormigón sin ventanas?.

 

Trato de organizar mis pensamientos, de recordar con cierta nitidez las horas previas a mi desvanecimiento. Yo había tomado todas las precauciones, había seguido punto por punto las recomendaciones de aquel grupo tremendista de Facebook…,¿cómo era su nombre…? . Si, ya lo recuerdo “Yo también quiero ser finalista en algo”.

 

Llevaba meses leyendo libros sobre la profecía de los mayas. Me había tragado auténticos tochos escritos por “reputados” científicos que aseguraban que el 21 de diciembre de 2012, el mundo que conocemos llegaría a su final. No se ponían de acuerdo en el modo en que se produciría el terrible desenlace, y he de reconocer que eso me hacía dudar por momentos. ¿Sería un gran cataclismo, una ola gigante, grandes bolas de fuego acompañadas de altísimas temperaturas…?. ¡Coño, que ya puestos…los mayas podrían haber precisado un poco más!.

 

Creo que llegué a obsesionarme con el tema. Tenía todas las paredes de mi casa llenas de recortes de prensa que hablaban sobre la fatídica fecha. Incluso llegaron a estafarme por culpa de todo esto. Había oído la noticia de que un chino había diseñado unas “bolas de Pokemon” preparadas para aguantar todos los desastres que se nos venían encima. En cada bola, que estaban totalmente equipadas y se vendían a unos 240.000 dolares, unas 30 personas podían sobrevivir durante unos 2 meses, sin problemas.

Como el dinero no era un problema y además, después del 21 para poco iba a servir, entré en una página de Internet escrita medio en chino, medio en inglés y realicé mi pedido de una bola china, previo ingreso de los 240.000 dólares (todos los ahorros de mi vida laboral…más lo que había sacado por la venta de la casa de mis padres), no sin cierto temor ya que la página no era nada clara en algunos aspectos legales.

A los pocos días recibí en mi casa una caja de gran tamaño, y aunque a mi se me hacía raro que allí pudiese estar contenida la gran bola para 30 personas, pensé que vendría desmontada. Cuando por fin pude terminar de abrir el enorme bulto y visualicé el contenido, no podía salir de mi asombro…era el flamante propietario de 240.000 dólares en “bolas chinas”. En aquel momento, creo que menos placer, a mi me dio de todo.

 

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