El calor se vuelve insoportable y dejas caer la sabana que te cubre a un lado de la cama, dejando libre tu cuerpo.
Atrapada por el deseo, tus manos van subiendo poco a poco el camisón que te cubre hasta quedar totalmente desnuda encima de la misma.
Lentamente tus manos empiezan a acariciar tu vientre, explorando tu cuerpo con la yema de los dedos, abriéndote paso por debajo de la única prenda que te queda, tu braguita.
Como si estuvieras drogada empiezas a acariciarte hasta que un gemido sordo sale de tu garganta, disfrutas entre las sombras y te pierdes en ellas.
De repente, un ruido extraño te hace sobresaltar y rápidamente recoges el camisón del suelo para taparte y sentirte más segura, te levantas y te diriges hacia la ventana pero allí no hay nada más que las cortinas movidas por una tímida brisa nocturna.
El vecino ya no se encuentra en la cocina, ha desaparecido y la noche se vislumbra tranquila.
Te recuestas en la cama otra vez desnuda, tus pechos apuntan firmes al techo, desafiantes, excitados por la posibilidad de que alguien pudiera verte en la intimidad de la habitación.
Tu excitación y el sofocante calor te hacen continuar con las caricias y la entrega a ti misma, pero notas como si hubiera alguien en la oscuridad de la noche que te observa, cosa que hace que la excitación sea más intensa.
Sin nada que te cubra te retuerces de placer, buscando, quizás, un cuerpo a tu lado para compartir este momento.
De repente notas que una de las sombras de la pared se mueve hacia tu cama y empieza a cobrar vida en forma humana.
Sin mediar palabra te coge por la cintura con unas manos fuertes y suaves como la seda y te arquea la espalda, a continuación, separa tus piernas y te coloca en una posición totalmente desinhibida. Introduce su cabeza entre tus piernas y sin prisa pasa la lengua desde el principio hasta el final de ellas.
Intentas atrapar sus cabellos en vano con tus manos, pero se pierden en tu mente y aparecen de nuevo cuando una de tus manos acaricia de nuevo tu clítoris. Comprendes que si lo tocas se desvanece, que es sólo un sueño. Eso te obliga a estar a su merced, sin poder hacer nada mas que disfrutar.
Su lengua se detiene en tu clítoris ya humedecido por la acción de tu mano y empieza a darle pequeños toquecitos con la punta de la lengua para más adelante secuestrarlo entre sus labios y succionarlo para hacer mas intenso tu placer.
Poco a poco su boca se encamina lentamente subiendo por tu vientre hasta llegar a tus labios, dejando impregnada en ellos un sabor inconfundible a fruta fresca que te hace comprender quien está en tu sueño.
Con sumo cuidado, te da la vuelta, abrazándote con sus brazos y penetrándote poco a poco desde esa posición.
Aprietas tu culo contra su cuerpo, pero destensas tus músculos vaginales para que la penetración sea más placentera y profunda.
Lentamente empieza a moverte, suavemente. Primero despacio y cada vez más rápido, tus uñas se clavan en el colchón y tu boca hinca de golpe los dientes en la almohada. Tu cuerpo es un sin fin de sensaciones y placer, como un volcán en erupción.
En un momento de casi desfallecimiento intentas adivinar si el rostro que tiene tu amante es el de tu vecino, pero no ves más que una sombra, aunque se vislumbran unos ojos, una boca, lo que hace sacarte una sonrisa lasciva de complicidad.
Intentas girarte pero no te deja, te presiona las caderas para que no te muevas y sigue con su ritmo frenético, así te quiere, desde ahí te domina, te acaricia los pechos, el vientre, la espalda, tu clítoris, te tiene a su merced.
Exhausta te dejas caer de lado en la cama y el se mantiene pegado a ti unos instantes antes de desaparecer. El día se asoma y va matando poco a poco a tu amante nocturno.
Te despiertas pensando si habrá sido un sueño erótico nada más, pero al ir a recoger tu camisón del suelo, observas unas marcas de pisadas como grabadas a fuego en dirección a la ventana.
¿Ha sido verdad? ¿Ha sido un sueño? Quizás no lo sepas nunca, o, quizás lo descubras esta noche. ¿Quién sabe?
De lo que estas segura es que es tu diablillo.
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