EXTRASENSORIAL, parte 1

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                                                        -EXTRASENSORIAL-

 

 

        En medio de la noche, Ricardo comenzó a cavilar sobre su vida, ya era bien entrada la madrugada y su pareja descansaba a su lado, habían tenido una hora casi de sexo o más, razón suficiente para tener  un preámbulo, la pareja aprovechaba para acariciar el cuerpo desnudo de Ricardo con la punta de los dedos, palpando delicadamente el miembro relajado y húmedo de este. La grácil luz del ambiente, era el reflejo de los faroles y avisos de neón que entraban a hurtadillas e intermitentes por la ventana, con una combinación de colores entre ámbar y rojo, a veces naranja, en otras, penumbra total, porque la pseudo claridad sólo iluminaba una parte de la habitación y una parte del tálamo, mejor dicho, dos tercios del mismo, por lo tanto los destellos ambarinos llegaban a la altura del pecho de Ricardo. Sus rostros  quedaban imperceptibles aún para el más adicto voyerista  que se situara cerca de la ventana abierta, donde una suave brisa manoseaba las cortinas con delicioso morbo, mientras que éstas coqueteaban inocentes y voluptuosas ante el empuje penetrante de la indefinible masa  lujuriosa. El reloj luminoso sobre la mesa de noche marcaba las tres y diez  de la mañana, se oye el frenazo de un auto a lo lejos, las ropas habían quedado esparcidas alrededor del lecho, indicando el furor sexual precedente al clímax, que en el fondo era mas o menos rutina porque empezaban desde la puerta de entrada al apartamento. Tal vez lo hicieron dos o tres veces en una hora, que aunado a los tragos y la fatiga de la juerga nocturna provocaron en Ricardo un estado de ambivalencia total, como pasmado, inmóvil con los ojos abiertos a la nada, sólo mirando dentro de su interior, donde su programa mental rebuscaba enfermizo entre los recuerdos que revivían en su conciencia. Parecía una proyección astral, su ser etéreo se elevó sobre su cuerpo como un vaho que lentamente se desplazaba de un lado a otro del aposento como buscando un rumbo de escape. Enseguida comenzó a viajar atravesando el recinto de concreto por alguna parte, menos por la ventana, pues nada de eso existía para lo inmaterial, y al instante se encontró con su infancia, su casa, sus padres, el colegio, las costumbres. Su inconsciencia podía ir y venir a través de su vida con rapidez astronómica, se ubicó en su más tierna edad, creyó ver el momento de su nacimiento, colocándose encima de su madre como un halo suspendido en el pabellón de operaciones, donde se encontraba la mujer con las piernas abiertas en alto, pujando su salida entre llanto y alegría, mientras el médico y su asistente dirigían el alumbramiento y aunque ignoraba que había nacido por cesárea contempló como lloraba el recién llegado, que era él mismo, mientras pasaba de una mano a otra del galeno. Se sintió indefenso en grado extremo y voló a otra etapa donde se encontró jugando con un mecano junto a su hermana menor, tendría en ese momento una edad de seis o siete años, luego se ubicó en los momentos en que fisgoneaba a su madre haciendo el amor con su padre  una noche tediosa y aunque no era siempre, sentía curiosidad por aquellas escenas, recordando la ocasión en que su madre lo reprendió por jugarretear a mamá y papá con su hermana imitando a su padre. En ese entonces pensó que aquello era algo nocivo y que lo castigaban por tal, después se vio en la escuela donde fue internado para que estudiara el bachillerato, pues como vivía en la provincia no tenía acceso a un buen liceo de educación media y su madre había decidido que lo ideal era un gran colegio, y si era de curas, mejor.

         Ya adolescente, su ser etéreo lo visualizó en sus correrías junto a otros compañeros tratando de sodomizar a alguno que otro niño, con quien se reunían en las tardes o en las noches, bien sea en lugares recónditos o en los baños de los dormitorios o en cualquier sitio de ocio y aventura, pero también se sintió reprendido y se alejó como un rayo, dejando atrás el centro educativo para aparecer en otro centro, pero ahora era la universidad, donde pasó cinco años de vida que también lo marcaron indeleblemente, donde conoció a Margarita con quien entabló una amistad sincera, ella estudiaba sicología, por lo tanto se aprovechaban recíprocamente, él confesándole sus dudas, temores, complejos, ella  haciendo alarde de buena estudiante ponía en práctica lo que aprendía en su cátedra, además de que Ricardo le gustaba como pareja, motivo por el cual pasaban largos ratos charlando, como el día  que estaban en la plaza universitaria cuando ella le decía: "No te preocupes por tu infancia, la sexualidad es parte del mundo, de la cultura, sobre todo occidental (exceptuando los casos clínicos por su puesto) y si te detienes a observar nuestros valores notarás que es un problema moral de las costumbres. El sexo siempre se ha asociado a los placeres de la carne, el libertinaje, lo prohibido, siendo castigado por la religión como algo diabólico y de perdición. Desde la infancia se coarta la relación entre hembras y varones, son aislados cada uno en grupos, luego, las intimidades son más fáciles de trabar con los miembros del mismo sexo que con el opuesto, circunstancia  que se manifiesta a lo largo de toda la vida, en el trabajo, el club, el bar. Siempre se hace más cómodo comunicarse con personas iguales, donde hay como un perdón implícito, y en la actualidad, con los medios de comunicación tan rápidos y eficaces la costumbre ha aumentado en proporciones geométricas, porque se trata de manipular una condición que es natural en los mamíferos, incluyendo a los humanos; e independientemente del código de ética, parece que el medicamento está resultando peor que la enfermedad. Todos y cada uno de nosotros necesita exteriorizar sus sentimientos, y como no existe ningún programa establecido que sirva de paradigma en nuestra computadora biológica, mas que el natural e instintivo, al verlo sometido reaccionamos adaptándonos de alguna manera al ambiente de vida. ¿ Entiendes lo que te digo? ¿No...? Te voy a recomendar un libro excelente que se llama Aída, cuyo autor plantea aspectos personales y sociales de una comunidad tan sofisticada que ha rebasado sus extremos, para volver a caer en un principio ya superado y que es la esencia individual del animalismo, eso hace que los integrantes tengan una


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