El probador de ropa.

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Ahora tendida en mi cama con mis manos entre las piernas, el orgasmo se corta por mi risa. Pienso "que loca estás Andrea". Todo fue tan rápido, tan inusual y tan excitante... que todavía  no se cómo fui capaz de ello.

 

Me encontraba en una de las sesiones de vestidos de fiestas del Corte Inglés y una señorita me ayudaba a encontrar la vestimenta correcta para aquella ocasión. Observé como uno de los trabajadores de aquel lugar me observaba y miraba los vestidos  de las perchas con interés. Supuse que él pertenecía a la sección  de ropa de caballeros. Unos 30 años, alto, moreno y bastante atractivo. Calzaba un pantalón fino y una camisa blanca con pajarita oscura, igual que su pantalón. No pude ver mucho más, era guapo, pero mi vestido me reclamaba y no tenía mucho tiempo para distraerme.

Cuando la tal Sara, se despegó un poco de mi para seguir buscándome vestidos, escuché la voz de aquel hombre que me dijo "este es el tuyo" . Lo miré y vi que tenía un precioso vestido de la mano. Negro brillante, con la espalda entera descubierta  hasta llegar a la cadera y un escote insinuante pero no provocativo. Era precioso.

Me acerqué a mirar la etiqueta. " Se me va de precio" dije con cierta tristeza. Es muy bonito, pero muy caro.

-Con esas curvas, cualquiera se pegaría el capricho, serías la envidia de cualquiera con este vestido y esa percha, porque lo mejor, sería la percha.- Dijo sonriendo.

Me estaba convenciendo, supuse que sería una técnica más para vender, pero funcionaba.

"Entra a probártelo, no vas a perder nada" . Sonreí y me adentré a un pasillito ocultado por una gran cortina, en su interior había unos 8 probadores y entré en uno de ellos.

Cuando mi vestido estaba colocado, parecía haberlo dibujado alguien sobre el cuerpo. Quedaba perfecto.

-Te lo dije. -Escuché una voz decir detrás de mí. Era aquel dependiente, que se tomó la libertad de abrir mi cortina sin más. 

No me dio tiempo a protestar, se acercó por detrás e hizo con mi pelo como un pequeño recogido para verme más elegante con el vestido puesto. Cuando sentí sus manos por mi nuca, acariciando sensualmente mi pelo hacia arriba, sentí que me estremecía.  

Colocó su cabeza encima de mi hombro desde atrás, de tal forma que veía estupendamente su cara y la mía juntas en el espejo.

-Así estás mejor, solo falta realzar un poco la parte del escote.

Lo miré con cara de pocos amigos, aunque mi coño no se resignaba tanto. Daba palmas. Me excitaba muchísimo la situación y él lo notó.

- En mi opinión profesional, este escote iría así. - Dijo colocándolo un poco más ahuecado y dejando ver más mis pechos.

-¿ Y en la opinión personal? - Pregunté atrevida.

- En la personal, directamente te quitaba el vestido.

Nos miramos unos segundos, como esperando el permiso uno del otro, y tras esa pequeña pausa aquel hombre me devoró.

Se pegó a mis labios rebosante de erotismo, pero por poco tiempo. Prefirió degustar mejor otras zonas de mi cuerpo. Me giró hacia el espejo, que pudiéramos vernos bien, y aquello me hizo mojar mi concha y mis piernas. Mientras subía mi vestido deslizando sus manos por mi pierna, comenzó a besarme con deleite las orejas por detrás y el cuello, el cuál me marcó intencionadamente por varios sitios.

Subió del todo parte de abajo y bajó la de arriba, dejando alrededor de mi cintura el vestido, como un cinturón, me hizo apoyar las manos sobre el cristal y se sacó su herramienta, que no llegué a ver porque me encontraba de espaldas a ella. No me quitó ni las bragas, las echó a un lado y me penetró sin yo esperarlo aún. Suavemente. Una vez, otra, otra... moviéndose con sutileza  y experiencia.

-Me corro- Dije entrecortada.

"Mírame" decía, "mira al espejo y mírame mientras te corres"

Así lo hice, hasta que a punto de mi orgasmo, aquel señor de la pajarita tuvo la maravillosa idea de tocarme el clítoris alargando su mano. Si no me agarra, me caigo allí en medio.

-Manu, ¿dónde estás? Se escuchó una voz desde fuera. - Era la chica de antes.

El me puso su dedo en mi boca indicándome silencio y me siguió empotrando , ahora con más fuerza y rapidez. Follarme en absoluto silencio me puso aún más cachonda, y nuestro último detonante fue el pequeño gesto que tuve al chuparle el dedo, que aún seguía en mis labios indicando que no hiciera ruido.

Se guardó aquel falo que nunca llegué a ver.

- Disfruta el vestido preciosa y acuérdate de mi cada vez que te lo pongas. ¿ le gustará a tu novio? - Dijo sonriendo.

- Si, y las marcas en mi cuello también...


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