Te encontré por casualidad en la calle. No recuerdo hace cuanto tiempo no te veia, o si alguna vez te había visto en realidad, pero desde hace mucho tiempo que pensaba en vos. Me imaginaba tus manos sobre mi cuerpo, tu boca sobre la mía... Sólo recordar esos pensamientos hace que me excite otra vez.
Vos no me viste, así que te seguí primero con la vista mientras subías las escaleras de ese hotel que pocos conocían, pero por Zeus que si vos me acompañás lo voy a empezar a visitar más seguido. Seguí tu caminar contorneado con la vista hasta que te perdí y subí casi corriendo la escalera y te encontré entrando en el bar del hotel. Toqué tu hombro y te giraste. No nos dijimos nada por un momento, solo nos mirábamos y vos te mordías ese labio tan carnoso que después me encargué de morder yo. Se acercó el barman a la barra y me preguntó si me iba a servir algo. Le pedí una botella de vino blanco para llevar, y a vos te pregunté al oído el número de tu habitación. Me besaste con un deseo que era evidente, te paraste y comenzaste a caminar hacia las habitaciones sin decir una palabra. El barman me dio la botella y te seguí.
No había nadie en el pasillo y vos empezaste a desabrochar tu camisa que de tan ceñida al cuerpo que te quedaba no dejaba mucho lugar a la imaginación... yo iba a dos pasos detrás tuyo y vos caminabas hacia atrás, mirándome a los ojos mientras tus manos jugaban con los botones de tu camisa blanca... agarré tu camisa y te atraje hacia a mi para comerte la boca. Jamás había deseado tanto como probarte, probar ese manjar que escondías debajo de tu pantalón.
Llegamos a tu puerta y la abriste sin dejar de besarme. Pasaste tus manos atrás de mi cuello y agarraste mi pelo para profundizar el beso. Eso me encendió más aún si es posible. Te empujé hasta la cama y te pedí que te desnudaras para mí. Me obedeciste sin dejar de mirarme a los ojos. Cuando vi tu piel tersa desnuda se me secó la boca y sentí que todo el calor de mi cuerpo se reunía debajo de mi cintura.
Destapé el vino y me serví una copa. Lo tomé de un trago largo y me acerqué a tu boca. "Tócate para mí", te dije, y tus manos empezaron a hacer magia sobre tu esculpido cuerpo. Derrame vino en tu cuello y lo besé para limpiarlo. Gemiste y fue lo único que necesité para seguir. Derramé vino en tu pecho, y mi lengua lo limpió. Bebí vino de tu ombligo, y seguí bajando con mi lengua hasta tu sexo. Derramé vino allí y no sabía que el vino podía saber tan bien hasta ese momento.
Me dí cuenta de que estabas por alcanzar el clímax y paré. "No te toques" te ordené, y comencé a desvestirme. Poco a poco fui quitándome toda esa ropa que nos molestaba. Me senté en un sillón que se encontraba frente a la cama y comencé a masturbarme para que me vieras. Comencé despacio, disfrutando ver tu excitación al verme a mí y no poder tocarte. Agarraste la botella de vino y le diste un trago. Te levantaste de la cama y te acercaste a mi. Me besaste y mordí tus labios con violencia mientras mi otra mano trabajaba en tu sexo. Tiraste de mi cabello mientras me comías la boca y corriste mi mano para masturbarme vos. Tu mano era suave pero firme y se movía al mismo ritmo que la mía sobre tu sexo, e íbamos aumentando la velocidad para ajustarla al ritmo de nuestro beso. Nuestra respiración se hacía más pesada y rápida, y gemías en mi boca. Esto era la gloria. Mordiste mi labio y fue lo que necesité para llegar al clímax, y vos lo alcanzaste dos segundos después. Nuestras bocas se volvieron a unir en un beso, esta vez tierno, y tomaste mi mano para llevarme a la cama, donde seguimos lo que recién empezaba...
Pero eso es algo que te haré recordar en otro momento...
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