La revancha que surgió del fuego (capítulo 8/8)
Por EvaManiac
Enviado el 29/12/2014, clasificado en Adultos / eróticos
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Abrió mis nalgas con sus dos manos y hurgó mi ano con uno de sus dedos. Aunque yo sabía que no iba a servir de nada, le rogué que no me la metiera por el culo. Pero mi súplica iba a ser soslayada sistemáticamente haciendo, por lo tanto, caso omiso a la misma aportando su fuerza bruta para bloquear mis movimientos de rechazo. Así, inició el fisgoneo de mi anillo con la punta de su nabo previamente lubricado con su saliva y, con la intención de escrutar en mis intestinos lo más profundamente posible, dio comienzo el forcejeo mientras yo soltaba los respectivos quejidos de disgusto. Cuando por fin escudriñó en lo más hondo de mi culo inició los vaivenes de rigor dando de sí mi orificio más privado. El tipo se había colocado prácticamente encima de mí y, apretando mi cabeza contra la almohada, sin apenas dejarme respirar, embestía ahora con gran goce mi retaguardia. Sus gruñidos eran roncos e histéricos, y los míos agudos y de dolor caprichoso. A medida que mi anatomía rectal se adaptaba al grosor del advenedizo, mi actitud debía ser de nuevo pasiva y sumisa, evitando mostrar el más mínimo placer y esperando pacientemente la llegada de mi abusador.
La eyaculación de Kevin era ya inaplazable y, contra todo pronóstico, salió de mi interior permitiendo que mis músculos rectales volvieran a su posición original. Me dio la vuelta para posicionarme de nuevo boca arriba y, ubicando su lanzadera entre mis muslos abiertos, a la altura de mi pubis, comenzó la descarga de su semen hacia mi barriga, mis pechos y mi cuello. Debió esputar 4 ó 5 ráfagas que embadurnaron de leche toda la zona frontal de mi anatomía mientras, con mis manos, yo esparcía su pasta por el resto de mi torso haciendo que la densidad pasara desapercibida a los ojos de los presentes. Cuando el gitano se apartó a un lado para recuperar el aliento, como pude, completamente congestionada y con una molestia incipiente en mi trasero, pero más aguda en mi orgullo, me levanté y salí corriendo del escenario para encerrarme en casa, sentarme en un rincón y recapacitar acerca de lo que había ocurrido durante las dos últimas horas. La táctica que debía dejar en jaque las intenciones de Mónica para el día siguiente me habían conducido al ultraje, la violación, el agravio, el atropello y la injuria más detestables. Me había salido con la mía, sí, y mi culo daba fe de ello, de acuerdo, pero me dolía el alma. Y todos mis sagrados agujeros.
Esa misma noche el ambiente en casa era otro bien distinto. Esta vez me sentí con la sartén por el mango y, a modo irónico, le preguntaba a Mónica acerca de Rafa: ¿No has querido follártelo hoy, cariño? Se reía y me lanzaba besos desde la cocina. Su plan había fracasado y aún no era consciente, la pobre. Y entonces me lo confesó todo:
Eva, mañana no he quedado con nadie, tontita. ¿Crees que yo te propondría follarte a ese sucio bastardo de mierda, asqueroso y maloliente, solo para culminar una revancha estúpida? No me jodas, cariño. Ha sido todo una broma mía. Era mi forma de vengarme de tu regalo respecto al que, por cierto, jamás podré agradecerte como mereces. Nunca permitiría que mi amiga preferida fuera poseída por semejante gorrino, ni siquiera para culminar una guasa. Estos días he ido a su casa para asesorarle acerca de unas transacciones comerciales que él tramita por internet. Se enteró de que yo trabajaba de asesora fiscal y quiso que le ayudara en un papeleo. Pero me alegro de haber acabado, la verdad, porque esa casa es asquerosa, joder, está muy sucia, huele mal y da verdaderas nauseas solo sentarse en uno de sus sofás.
Se acercó a mí para besarme en la mejilla.
Ya sé que te has enfadado estos dos días, y me he sentido fatal, pero quise llevar mi broma hasta el final. El problema es que, tal y como te la has tomado, he preferido concluir la inocentada ya mismo. ¿Amigas?
Fin
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