Mi jefa y yo

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Pamela fue mi jefa inmediata durante dos años y medio. Admirada por su inteligencia, su capacidad de trabajo y respetada por su carácter, era también una linda mujer que vestía elegante con sus faldas y camisas con escote generoso. Me gustaba verla y más de una vez sentí que yo también le gustaba, sea por alguna de sus miradas o por actitudes que ella tenía hacia mí, pero jamás hubiese intentado abordarla porque podría significar mi expulsión.

Ambos éramos los primeros en comenzar el turno de trabajo, una hora antes que el resto del equipo. Yo iniciaba la parte operativa y ella la actividad administrativa.

Una mañana de enero, donde la mitad del personal estaba de vacaciones, la vi llegar con su correspondiente minifalda ajustada y su camisa que le marcaba sus hermosos pechos. El escote hacía el resto, mostrando un poco de su hermosa piel. Yo estaba particularmente caliente. A los 10 minutos de entrar, suena el teléfono de mi sala, atiendo, y era Pamela pidiéndome si podía acercarme a la oficina. Desde luego que le dije que ya iba. Crucé el pequeño jardín que separaba ambos sectores y me presenté en la oficina. Ella estaba hermosa. Se me acercó y me dijo si le podía hacer un favor, quería que llevara unos papeles a tesorería. Le dije que sí, y se acercó a mí tanto que casi tocábamos nuestros labios y me dijo: “gracias”, acariciando mi pene por encima del pantalón.

Cuando eso pasó, se me dispararon las emociones. Dejamos los papeles sobre el escritorio y comenzamos a besarnos, nuestras lenguas se entrelazaron con pasión mientras nos acariciábamos. Yo acariciaba su espalda, sus nalgas, sus pechos y ella acariciaba mi espalda, mi pecho. Le besé el cuello, luego lo lamía y fui bajando hasta su escote, abrí su camisa, le quité el sostén y empecé a tocar, lamer y besar sus pechos. Pasaba la lengua alrededor de sus pezones, en círculos, y la miraba a los ojos para ver su cara de placer. ¡Ambos lo estábamos disfrutando!

Mientras continuaba lamiendo, chupando y mordiendo suavemente sus pechos, por debajo de su falda empecé a acariciarle la vulva. Pamela estaba loca de excitación. Yo acariciaba ésa vulva llena de jugos, deseosa de penetración y quería hacerlo ¡ya! En ése momento, ella me aparta, me desprende el pantalón, baja mi bóxer, se inclina y comienza a acariciarme el pene a la vez que me decía: “uhuuumm como me gusta”. Pasó la lengua por la cabeza, mientras me miraba de reojo, le gustaba ver mi cara de placer. Beso la cabeza del pene y empezó a mamarlo mientras con una mano me masturbaba y con la otra, se masturbaba ella. Yo le acariciaba el pelo, le agarraba la cabeza y la traía hacia mí. Se notaba que Pamela disfrutaba mamar y eso me enloquecía. Para hacerla desear un poco más, saqué el pene de su boca y comencé a pasarlo por sus mejillas y su frente, mientras ella intentaba tocarlo con la punta de la lengua. Me lamió los huevos. Finalmente, rocé la cabeza en sus labios, como acariciándolos. Golpeé suavemente sus mejillas con el pene, y continuó mamando.

Se puso de pié y me dijo: “Cogéme antes que llegue alguien.”

Se sentó en el escritorio, saqué su tanga y comencé a lamerle la vagina mientras la masturbaba con dos dedos. Pasaba la lengua primero de abajo a arriba, acariciando sus labios. Pamela se volvía loca de placer, yo de vez en cuando elevaba la miraba para ver su cara. También le metía la lengua. Sus jugos eran deliciosos. Seguía masturbándola ahora con tres dedos…más y más rápido.

Como el tiempo jugaba en nuestra contra, ya que empezaría a llegar el resto del personal, me dispuse a penetrarla. Se recostó en el escritorio boca arriba y yo apoyé la cabeza del pene en su vulva, frotándola en sus labios vaginales. Luego empecé a penetrarla suavemente mientras ella gemía de placer. Logré escucharle un “siii…me encantaa”, entre gemidos. Ahí en más, empecé a embestirla, adentro…afuera…adentro…afuera. Una y otra vez. Estábamos gozando a pleno. Mientras la penetraba yo me estimulaba más aún con el vaivén de sus pechos. No podía creer estar cogiendo a mi jefa en su propia oficina y con la adrenalina de que alguien pudiera descubrirnos. A ésa altura, nada me importaba, sólo seguir hasta acabar. Ella gozaba como una perra. En un momento se paró, y yo creí que ya quería que termináramos porque faltaban 10 minutos para que llegara el grueso de la gente. Pero no, Pamela me dijo: “Hacéme la cola. Soy tu jefa y te pido que me la hagas como a una putita. Quiero que me la llenes de leche”. Ante ese pedido especial, y con la calentura que yo tenía, desde luego que accedí. Ella se inclinó sobre el escritorio, yo estaba detrás de ella. Le besé la espalda, y puse el pene erecto entre sus nalgas. Lo frotaba en su colita. Quería que lo sintiera, que lo deseara. Me dijo: “No aguanto más. Dale, cogéme antes que lleguen”. Puse la cabeza del pene en su vulva y la penetré suavemente para que se lubrique con sus jugos vaginales. Lo saqué y apoyé la cabeza en su cola…y comencé a penetrarla suavemente mientras Pamela gemía y se retorcía. Estaba más y más adentro. Estábamos cogiendo de cara al portón de ingreso. Eso me daría la facilidad de ver por la ventana desde lejos si alguien llegaba a las oficinas, mientras hacíamos el amor.

Una vez que tuve todo el pene en su cola, la agarré de los hombros y comenzamos a movernos juntos: adentro-afuera, adentro-afuera, más y más fuerte como ella pedía. Mis huevos la golpeaban en cada embestida y ella gozaba como le gustaba, como una putita. Ahora la agarraba de la cintura para penetrarla y le cacheteaba las nalgas. Luego me inclinaba sobre ella y agarraba fuertemente sus tetas mientras la seguía penetrando por la cola. En un momento, quedé quietito con el pene en su cola, y ella la giraba en suaves círculos para gozarla más. Seguí penetrándola decidido a llenarla de semen. En ése momento, por encima de sus hombros y a través de la ventana, veo que pasa el gerente por el portón de acceso… ¡y yo con todo el pene dentro de la cola de mi jefa! Ella dijo: “Seguí, acabemos”. Seguí cogiéndola mientras veía cómo se acercaba el gerente. Con ayuda de la adrenalina y la estimulación que traíamos, empecé a llenarle la cola de leche, me brotaba con cada penetración en su culito hermoso. Más y más semen que ya salía de su cola y chorreaba por sus piernas. Ella se estremeció de placer y también acabó en un orgasmo, que según me dijo después, fue increíble. Me limpió el pene con su lengua y su boquita y me pidió que regrese a mi puesto. Ni bien salí de su oficina, recibí el saludo, del gerente. Siempre con su cara recia, típica de gente con poco sexo y de mala calidad. En cambio, de vez en cuando, nos dábamos los buenos días así con Pamela y teníamos una excelente relación laboral.


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