La anciana del 4º estaba alineando cuidadosamente los geranios de porte colgante y hojas carnosas en su viejo balcón, tanto los acercaba al exterior que parecía que éstos estuvieran observando con curiosidad el divertido ajetreo de la calle en un día normal. Mientras, en el 3º A, una linda adolescente, envuelta en una toalla, se estaba secando su rizada melena negra en medio de alegres melodías que una moderna radio emitía a gran volumen. Debajo de ella, en el 2º A, un hombre de mediana edad vociferaba y gesticulaba airadamente a través de su móvil, a su lado, la que podría ser su mujer, se mordía nerviosamente las uñas mientras le observaba con preocupación. Simultáneamente, el editor del 1º B, devoraba con ansiedad, no se qué textos, en su ordenador portátil entretanto consumía con avidez, un cigarrillo tras otro. A todo esto, la pareja de profesores del 2º B,, salía del portal con su perro, que como todos los días, levantaba la pata en la puerta del quiosco y nos obsequiaba, orgulloso, con un largo y uniforme pis. Los dispares e impacientes bocinazos de los automovilistas eran parte perenne del paisaje, tanto era así que incluso al irascible portero de la finca parecían no molestarle.
Y yo, sentado en el sillón enfrente de mi ventanal, apuraba como siembre a las 8 de la tarde un Wisky escocés.
Suspiré con tranquilidad; era un día normal
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