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Cada paso que daba era una fuente de inmenso dolor.
No se podía sostener en pie, pero sacaba una fuerza titánica para lograr su objetivo: salir de esa jaula que lo había tenido prisionero durante tanto tiempo. Un paso más y lo lograría.
¡Al fin! Extendió la mano y apagó el televisor. Había conseguido su libertad.
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