Fantasme (I)

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No se dónde estamos. Tampoco me importa. Desnudos, nos miramos como si acabáramos de aparecer el uno frente al otro. Nos devoramos con los ojos. Al observarla, recuerdo algo que leí una vez: "La naturaleza es la mayor artista". La tenue luz de las velas la ilumina mientras ella, en dos pasos, se acerca a mí.

Colocándose ligeramente de lado para esquivar mi erección, su cuerpo queda a escasos centímetros del mío. Me mira a los ojos, luego a los labios, y eleva una mano que posa sobre mis pectorales, acariciando el vello y el contorno de mis músculos. Me muero de ganas por agarrarla por la cintura y atraerla hacia mí, pegar nuestros cuerpos al tiempo que pruebo sus preciosos labios. Pero permanezco inmóvil, intrigado, expectante y sintiendo cómo el fuego se expande en mi interior, mientras ella acerca su cara a mi cuello y siento cómo inspira mi olor profundamente, al tiempo que su mano baja de mi tórax a mi vientre, sus ojos acompañando a sus dedos siguiendo las líneas de mis abdominales. Al final, la mano termina su recorrido posándose sobre mi miembro, que esperaba con ansia el contacto. Apenas lo ha sentido en su palma, suelta un bufido de excitación y me empuja con la otra mano para hacerme caer de espaldas sobre la cama.

Me siento como una deliciosa presa ante un depredador hambriento, y me gusta. Me dejo hacer. "No todos los días tiene uno la suerte de ser cazado por una pantera", pienso. Ella se me echa encima ronroneando, mirándome a los ojos, sonriendo ante el inminente bocado. Se sitúa entre mis piernas, sus manos parten desde mis rodillas y recorren el interior de mis muslos, hasta atrapar mi miembro y masajearlo de forma firme y delicada. Lo sujeta mientras acerca su boca y lo lame por su parte inferior, desde la base, despacio, saboreando, hasta la punta, y vuelta a empezar. Siento que disfruta haciéndolo, y eso me excita aún más. Al llegar de nuevo a la punta, se la introduce en la boca, arrancándome un gemido. Combina los movimientos de su cabeza con los de una de sus manos, metiendo y sacando mi polla de su boca, pajeándome al mismo tiempo. Yo también bufo, el contacto con su boca caliente y húmeda me transporta a otro mundo, mis manos necesitan tocarla pero apenas alcanzo a acariciar su pelo, su preciosa melena azabache que cubre su cuello, sus hombros, y parte de su espalda. Por momentos cierro los ojos, concentrándome en lo que me hace sentir, y al cabo de un poco los abro, y admiro su cuerpo firme y curvilíneo, cubierto de una piel de chocolate a la que las velas bañan de un brillo cálido.

Se detiene, atrapando a medias mi glande entre sus labios carnosos, y me mira al tiempo que su lengua lo relame como si lo encontrara delicioso. Podría explotar ahí mismo, pero quiero más, y lo quiero ahora. Me incorporo, con una mano entrelazo los dedos con sus cabellos, retirándolos despacio para descubrir su oreja y susurrarle: "Para, por favor". Ella capta el mensaje, se despide con un último lametón, y me mira, sonriendo de nuevo, disfrutando ya del siguiente paso que yo desconozco.

Vuelve a empujarme hacia atrás, recostándome otra vez, y trepa sobre mí recorriéndome con su boca, besando, lamiendo, mordiendo, subiendo hasta mi cuello, gruñendo con lascivia en mi oído, para al final incorporarse y terminar arrodillada sobre mi cabeza. Sigue privándome de su boca, pero me ofrece otros labios igualmente deliciosos. Yo obedezco, interpretando mi papel de presa, disfrutando de un rol que no tengo a menudo. Estoy hambriento de ella, pero actúo despacio, decidido a saborear el placer de torturar con el placer. Mis manos agarran sus muslos al mismo tiempo que acerco mi cara a su sexo, embriagándome con su olor. Beso sus labios externos, y los recorro con mi lengua por su borde interno, sin apenas presión la primera vez, incrementándola las siguientes. Deslizo mi lengua hacia los labios menores, y dibujo sus líneas con ella. La pantera gime, siento su excitación y su impaciencia mezcladas en un cocktail delicioso que disfruto encantado. La humedad de su coño me empapa cuando mi lengua explora la entrada de su vagina; al sentirlo, avanzo despacio hacia su clítoris, y me detengo justo antes de alcanzarlo, para rodearlo, dibujando círculos a su alrededor, algunos amplios, otros más ajustados. Siento su erección con los contornos de mi lengua, al igual que siento cómo se estremece todo su cuerpo y su respiración se entrecorta. De nuevo bajo hasta su vagina, vuelvo a lamer sus labios, atrapándolos entre los míos y succionando levemente. Con mis manos acaricio su cuerpo, sus piernas, sus nalgas, su espalda, su vientre, sus preciosos pechos, que desde mi perspectiva parecen dos deliciosas gotas de chocolate fundido, coronadas por unos pezones duros que reclaman el roce de mis dedos.

Ella retoma el poder, los gatos nunca dejan que se juegue con ellos durante mucho tiempo, prefieren ser ellos los que jueguen con uno. Atrapa mi cabeza entre sus muslos y balancea su pelvis hacia delante y detrás, a veces describiendo círculos, marcando el ritmo al que debo acoplar mi degustación. Aumento progresivamente la velocidad y la presión de los movimientos de mi lengua, que alterna su recorrido entre la vagina, los labios y el clítoris. Ella también incrementa el ritmo de su baile, su respiración es cada vez más agitada, se apoya con una mano en la pared contigua al cabecero de la cama, mientras que con la otra agarra mi cabeza y la aprieta ligeramente contra su sexo. Por encima de sus pechos, que cuelgan hacia y mí y se balancean apetitosos, veo que tiene los ojos cerrados. Se concentra en lo que siente, en el placer, olvidando todo lo que le rodea, todo lo demás, incluso yo; ya no existo, si no es como parte de ese placer. Me está usando de forma lasciva y egoísta, y eso no hace sino incrementar mi excitación. Echa su cabeza hacia detrás, arquea su espalda, aprieta sus muslos contra mi cabeza con una fuerza que ni puedo ni quiero resistir. Sus gemidos ganan volumen y se transforman en gritos que se entrecortan al compás de los estremecimientos que sacuden bruscamente su cuerpo. Ha explotado ante mis ojos, su orgasmo ha sido un espectáculo de fuegos artificiales. Poco a poco sus músculos aún palpitantes se relajan, su respiración se normaliza, su corazón se calma, y al cabo de unos segundos abre los ojos. Me mira sonriente, con algo de malicia, divertida. Sabe que he sentido que me usaba para su placer, sabe que sé que lo ha hecho a propósito, sabe que sé que ha sido un juego, sabe que lo he disfrutado tanto como ella.


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