La obra está a punto de empezar

Se apagan las luces y empieza la función. En el teatro del corazón el escenario es la noche, la luna el apuntador y los actores principales interpretan la versión no censurada de ellos mismos, enterrando al “yo” reprimido por un sol que actúa como juez y verdugo. El guión se improvisa sobre un tema recurrente: la oscuridad como atenuante del delito para unos y la necesidad para otros: la noche invita a los amantes a encontrarse, a los ludópatas a jugar, a los borrachos a beber, a los nostálgicos a recordar, a los melancólicos a llorar, a los amigos a reír y a los perdidos a buscar.

Algunos se esconden recelosos bajo el manto oscuro angustiados al pensar que la claridad del día nunca soportaría su verdad, y se aniquilarían mutuamente como una partícula y su antimateria. Otros se obsesionan tanto con la noche que solo viven para ella, convirtiéndose de día en paradójicos fantasmas cuyos ojos sólo miran al cielo esperando que alguien baje la luz, y otros se repiten firmemente amanecer tras amanecer que esa es la última noche, dejando ir esa convicción junto a los últimos rayos de sol de la siguiente.

Pero lo cierto es que nadie puede evitar que el sol, que el juez, que el verdugo se asome a despertar la conciencia aletargada, y no todos podrán soportar muchas resacas más.