Me duele mucho pensar que no volveré a probar de tus mieles bucales, ni disfrutar de observar tus movimientos sensuales; extrañare por siempre tu aroma corporal; ha pasado el tiempo y no he tocado una mínima parte de tu cuerpo. Aun siento deseos de sentirte mía, de hacerte vibrar de placer, de volcarte en repetidos orgasmos y que nuestro clímax emita el mismo sonido.
Recuerdo aquellos años maravillosos de iniciación, de unión, todo era ternura y complacencia, solo eras mía y tuyo yo, tu frágil y menudo cuerpo se contoneaba y con tus ojos y labios me insinuabas que me necesitabas urgente en tu interior. Nuestros días eran muy cortos y nuestras noches sin tiempo y sin prisa, solo eran para lograr el mejor relajamiento.
Hoy solo son recuerdos y la pena de tener que acostumbrarnos a vivir cerca pero distantes.
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