Creí haberte visto bailar. Al ritmo del cielo y con un excelso paladar. Creí mirar mi sombra en aquel espejo, creí escapar. La noche caía, lo que alguna vez fui era una simple anécdota. Las luces, aquellas que resplandecen ya no respondían a mis penas. Con la catástrofe tan cerca, no tuve más opción que reencarnar.
El día no llegaba, la estructura de concreto que me rodeó alguna vez se desmoronaba, el cambio era seguro, no podía seguir siendo yo. En un remoto pasado soñé ser alguien más, encontrando la dificultad de no poder conectarme con mis propios sentidos, para luego entender que tal conexión solo es lograda a través del alma. ¿Por qué entonces era ese mi momento? Quizá la oscuridad siempre fue mi aliado, ocultada en el fondo de un oceáno de cristal sin brillo alguno.
Me fui para siempre del realismo impuesto para volver a creer en mí. Mi presencia física se desmoronó, pero no mi pensar. Hoy vivo en el ayer, la proximidad del nunca jamás es atenuante de mi soledad continua y aquello que llaman sol es la energía que contempla mi vida de oscuridad. Podremos desaparecer de la faz de la tierra, compañeros. Jamás nos iremos en verdad.
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