El anciano y el chico

     Después de la charla continuaron la marcha, el chico caminaba al lado del anciano sin hablar pero compartiendo el camino. Al caer la noche acamparon y el anciano compartio con él, pan, queso y leche que el chico deboro con avidez, después de tres días sin comer, salvo la manzana que le habia dado el anciano ese día, para él fue un auténtico manjar y un verdadero placer para su estómago. 

     Al quinto día de marcha llegaron al pueblo de coberding, una pequeña aldea fortificada de unos 7.000 habitantes. Con unas murallas altas y robustas que protegian a sus habitantes de asaltantes, ladrones y merodeadores varios. La aldea estaba avisada de la llegada de los refugiados pues la noticia de que un pueblo de unos 1000 habitantes habia sido arrasado por unos 400 mercenarios del norte habia corrido como la espuma por la región.Un expedicionario de coberding habia avistado el grupo de unos 60 refugiados hacia dos días y aviso a sus superiores que se prepararon para acogerlos. 

     Las autoridades de coberding prepararon casas de acogida para los refugiados que fueron realojados. Se contaron 15 niños que fueron hubicados con familias de acogida. Todos salvo uno que insistió en quedarse junto al anciano con el que se encontraba. Así que los alojaron en una casa que habia quedado abandonada hacia unas semanas. Y les facilitaron viveres para su subsistencia. 

     El anciano habia sido maestro de armas y desde el primer día instruyó al chico en el manejo de las armas, espada, cuchillos, hacha, lanza y por supuesto el arte del arco y las flechas. El chico no solo demostraba ilusión por aprender sino que además demostraba habilidad y destreza. Después de 6 años entrenando todos los días. El chico era un adolescente de 14 años. Mas diestro en las artes de la guerra que muchos de los soldados que defendian la muralla.