Si solamente fuera
la desnudez del brillo y de las sábanas,
danzando entre los cuerpos
con ansias relegadas;
iluminando el cielo;
multiplicando lámparas;
amparando el grito y las caricias
y ahogando las palabras,
en un murmullo tenue
como batir de alas.
Si solamente fuera
la dulce miel del beso;
retrayendo el vuelo de los cuerpos;
arrastrando las ansias por el suelo;
recorriendo, con manos temblorosas,
la piel ardiente
y los ardientes sueños.
Entonces,
sería fácil
y simple y hasta alegre:
aceptar las distancias,
decir adiós sin pena
o no decirlo, siquiera,
y seguir
siendo luz de luciérnaga,
siendo mujer que anhela,
y guardar en el álbum
de las cosas queridas, pero viejas,
esta perfecta unión,
este amor sin fronteras,
este azul, inalcanzable
como una quimera.
Sería fácil,
separar lo real de lo ilusorio.
Volver a poner
los pies sobre la tierra
y llevarte en la memoria
con devoción inagotable,
por hábito lúcido de la razón,
como un recuerdo inolvidable.
Pero
no todas las cosas
se detienen
al borde del corazón.
Con tu ternura
has convertido mis cenizas
en una llama de eterno resplandor.
Por eso
se estancarán las aguas en el río
y lloraré de pena
cuando no estés conmigo.
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