Empecé a salir de la casa con un asco venido a menos. Hijo de las circunstancias, mis pies, lijeros, huyeron.
Huyeron de aquel baldío. De aquella casa sin ruido. De aquel enorme vacío que me estropeaba el alma y me convertía en victima del destino.
No tenía la menor idea de adonde iría
ni me importaba. Solo quería irme. Alejarme y no estar.
Mis pies sintieron , al tacto, el húmedo rozar del pasto del jardín, que crucé , apurado.
Desorientado en las sombras, los rosales me arañaron, como uñas furtivas de una simbólica mano.
Entre las altas rejas, el pequeño portón que me separaba de la ansiada vereda, se convirtió en una gigantesca piedra.
En el preciso momento en que quise soltar su traba, se escuchó un quejido. Era su voz que aullaba, como lobo malherido.
Me deshice del cuchillo que en mis manos, sangraba de sangre ajena.
Valiéndome de toda mi fuerza, fruto fiel de mi locura, mi miedo, mi desventura, abrí el cerrojo y me fuí !!
Corrí por la calle a oscuras, hasta sentirme seguro, encerrado en mi redil.
Nunca mas volví a salir !!!!
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