Arreciaba un calor sofocante. La noche se hacía interesante cuando visitábamos a la querida abuela taquita. Ella, vivía en la siguiente casa pegada a la nuestra. Lo de taquita era porque le gustaba que le cantaran: Abueliiita, taquiiitaaa . La pobre estaba cieguita desde hacía muchos años. Decían que fue a causa de un daño o brujería.
Esa noche la conversación se alargo hasta cerca de las 23:00 horas. No tenía ganas de regresar a casa. De repente, un apagón. Las luces se fueron, tanto dentro como fuera de la casa. Me levante del asiento donde me encontraba y me despedí tan rápido como pude de la abuela. Ni siquiera le di tiempo a la pobre de decirme algo. Hasta mi tía, la que cuida de ella, se quedo sin el adiós respectivo. Medio tanteando las paredes pude salir de la casa.
Mientras salía por la puerta principal. Ya en la calle. Un ligero sacudón del suelo me puso la piel de gallina. Si, era un pequeño sismo. Aceleré más el paso. Casi corriendo. Y al doblar la esquina para entrar por la puerta trasera de mi casa. Solo recuerdo sentirme solo, en medio de la calle. Vaya sensación extraña. Más extraño, todavía, fue observar en el cielo. Por encima de las oficinas del aserradero Monteblanco. Un objeto circular flotante en el cielo. Parecía un plato. Daba giros tan rápidos e iluminaba intensamente con un sinfín de colores llamativos. Nunca en mi vida había visto tal cosa. No recuerdo el tiempo que estuve de pie mirando el objeto. Lo que paso después fue increíble. Ese plato raro de colores desapareció en un cerrar de ojos, fueron cuestión de segundos y se desvaneció en la quietud de la noche.
Al día siguiente, no hubo ningún comentario. Al parecer esa sensación de estar solo se hizo realidad. Con el tiempo supe que objetos extraños. Luces incesantes se veían salir de una laguna, cerca de la casa llamada Yarinacocha
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