Empiezo a abrir los ojos y desde el instante en que mi conciencia comienza a desperezarse me aborda la sensación placentera de calor en los pies. Están cubiertos por un edredón que lleva conmigo desde que tengo memoria. Me estiro hacia un lado. Bostezo. Me estiro hacia el otro lado. Me rasco. Estoy empalmado y tengo los cojones suaves. Mis párpados pestañean unas cuantas veces. Vuelvo a bostezar y me quedo mirando al techo de mi cuarto. Como duermo en una litera el techo está bastante cerca y se asemeja a un lienzo en el que puedo empezar a dibujar con pinceles empapados en colores púrpura, sí, seguramente sería púrpura el color que eligiese, me gusta, algún día lo haré.
En mi cabeza comienzan a dar golpes algunas ideas, algunas preocupaciones sin demasiada importancia que, para evitar que sigan estorbando ahí dentro, las vierto sobre el techo blanco. Como cada mañana, me pregunto qué haré hoy, continúo y me cuestiono si quizás habrás sexo en este día y ,entre unas y otras dudas, aparece el hecho de la soledad. ¿Qué es la soledad?, ¿Implica estar mal el estar solo? Creo que no. Estar solo no es desagradable si es consecuencia de una decisión propia, o al menos no tan desagradable como la soledad por obligación o la soledad por mala suerte. He de admitir que es complicado no estar solo cuando todas las posibles compañeras son unas petardas, lo siento( no, no lo siento), pero es así. ¿Dónde quedaron las buenas conversaciones, la visión cruda del mundo podrido que nos rodea o la viveza sexual de una enferma ninfómana que, aún admirando el sexo como los apunto de morir ahogados admiran el aire, sabe que el placer no es para todos los que se lo ofrezcan, sino para todo el que se lo merezca? Sé que son rasgos complicados de admitir, no de encontrar, de admitir ya que, por cosas de la gilipollez humana, hoy día prima la similitud mundial, lo que ha degenerado en que toda flor que se salga de la maceta con intención de recoger nutrientes más allá de su prisión de barro será excluida del racimo. No sé cómo coño hemos llegado a esta situación en la que un ganado de individuos descerebrados y absorbidos por las primeras marcas que rigen el mundo han conseguido captar la atención de las féminas de mi ciudad. También es verdad que no siempre es así, siguen existiendo mujeres inteligentes que continúan admirando a qué lugares nos puede transportar una dulcemente amarga conversación en compañía de humo y alcohol. Pero joder, no las veo.
Luego está el hecho de que soy un inútil sentimental. Por desgracia, la gran mayoría de mujeres, inteligentes o estúpidas, por cosas de la evolución, sueñan con encontrar al hombre adecuado para cada uno de sus casos según su inteligencia o estupidez para atarlo, para quedarse aferradas por siempre a él. Y eso yo no lo soporto. No soy capaz de asimilar la dependencia en mi existencia y, aunque tengo claro que eso depende muy poco de mi voluntad, me parece innecesario comprometer tu vida, aunque sea sólo por un tiempo, a la de otra persona. Siendo sincero, adoro muchas cosas de las mujeres, y si puedo, sólo me quedo con esas cosas. En los casos en los que me sea imposible actuar así, sencillamente voy desapareciendo poco a poco como el humo en un cuarto o como mi atracción hacia la misma mujer. Admiro la felicidad que le produce a ciertos individuos las relaciones duraderas y completas, pero a mi me provocan el vómito sentimental. Siendo franco he estado en esas situaciones o apunto de llegar a ellas y siempre fueron reales pero en cuanto desaparecieron de mi existir mi mente hacía un repaso minucioso en el que siempre sacaba la misma conclusión : esto no es para mí.
Así que, como ven, no se puede decir que no lo haya intentado pero si es cierto que a veces creo que es como que un monumento intente echar a volar como las palomas que le cagan encima todos los días, puede desearlo con todas sus fuerzas y creer que de verdad es posible pero tarde o temprano asimilará que su lugar esta ahí, recibiendo las cagadas de las felices palomas del parque día tras día.
Por supuesto no todo es drama, de vez en cuando tengo la agudeza suficiente como para embaucar a alguna señorita deseosa de algo distinto en su triste y monótona vida rodeada de ganado. Ahí es cuando entra en juego mi instinto, como el pecado que pervierte la pureza, y devoro todo aquello que ella, ingenua, pone a mi alcance. Lo mejor es que en todo momento sabe lo que está ocurriendo, no hay engaño alguno, lo que hay es asombro por su parte ya que está descubriendo partes de su ser que creía inexistentes. Ante todo no soy un mentiroso, por gracia del universo se sienten atrapadas por la gravedad de mi mundo, un mundo completamente real pero escondido, escondido por causas ajenas a su conocimiento, conocimiento que se ve perturbado por mi presencia, presencia compuesta por actitud. Casi todas mis amantes creyeron, cuando todo acabó, que habían pertenecido a las embaucadas, pero lo cierto es que algunas fueron causa de muchas de mis malas noches y nunca les desvelé la verdad. Opino que es mejor así, que cada una crea lo oportuno pues, al final, lo que no uno cree es lo que uno vive, a no ser que sepas ver lo que de verdad ocurre.
Decido sacarme la mano de los huevos suaves, bajar de mi litera para ir al baño y asearme. Me dirijo a la cocina y tras un pequeño examen a la nevera elijo como desayuno un sandwich de paté de atún y una naranja que no se muy bien de dónde salió. Ojalá esté ácida.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales