Un cronopio caminaba por el boulevard Platerías imaginando ser distinto, una tarde de esas tristes que invitan a estar tumbado en una cama viendo tranquilamente una novela. De repente corrió hasta su casa, cogió: lápiz, papel y una vara de madera e hizo un cartel. Que vivan los cronopios del mundo Empezaron a llegar cronopios, lo consolaron, gritaron un poco y marcharon. Llegaron famas, lo miraron de pies a cabeza, se rieron y circularon. Por último llegaron esperanzas, ni siquiera lo miraron, pasaron de frente y se perdieron en una esquina. Hizo un nuevo cartel. Queremos hijos y fecundar a nuestras mujeres Llegaron cronopios y lo increparon, pues ellos no quieren tener hijos. Llegaron famas y lo insultaron diciendo que gracias a ellos tienen hijos perfectos. Por último llegaron esperanzas, miraron un poco y dijeron que no les importaba. Mientras todos se aglomeraban y discutían unos con otros, el cronopio envolvió sus carteles y caminó pensando: Que mundo más raro
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