Escucho gritos en lo más austral de este mundo,
de los mares la furia de los tifones que azotan las mentes
de hombres que buscan las eternas escaleras al paraíso.
Pobres humanos que nunca navegaron por tus aguas;
por aquellas aguas escritas con la sangre de tus versos
que arden, arden por querer embriagarnos de locuaces
inspiraciones abierta a todos los sinceros sentidos
que una alma pura pueda imaginar sin pecar.
Tus poemas, tus canciones. Dónde están, yo las busco.
Cruzo en el anonimato montado en el lomo bravío de un corcel
y siento que me ahogo, mas sigo adelante buscando
la estela de tu vivaz creación digna de los dioses.
Tus poemas, tus canciones. Ya las encontré, sé donde están.
Las puertas del cielo se abrieron ante nuestros ojos
y escucho cual voces de ángeles celestiales cada verso,
cada canción que brota del alma del trovador de América;
de aquella América autóctona y valiente que lucha
por destruir las manos que corrompen los buenos principios.
Ahora, descansa mientras los corazones reviven con ímpetu
tu impecable sendero de valeroso rebelde indomable.
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