Fantasías diarias...
Por Tazzia Mayo
Enviado el 31/01/2015, clasificado en Adultos / eróticos
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Su rutina cada mañana se había convertido en su hábito preferido. Solo pensar cada noche en cómo empezaría el día siguiente, hacía que su humedad apareciera solo con pensarlo, imaginándose en su pequeño sofá con sus innumerables fantasías.
Aquella mañana sabía qué deseaba, qué quería sentir mientras sus diferentes juguetes y ella misma hacían lo posible para que gimiera mientras se mordía su labio inferior y cientos de imágenes desfilaban por su cabeza. Se puso en pie y desnuda caminó por el pasillo hacia el salón, sentía el frío de la mañana suave y agradable sobre su piel, erizando su bello y endureciendo sus pezones...se sentó sobre los confortables almohadones y comenzó a dar rienda suelta a sus deseos.
Se imaginó en la cocina con su delantal preferido solo con su delantal rozando sus pezones con cada movimiento y sintiendo el hilo del delgado cinturón que lo envolvía sobre sus glúteos mientras pelaba los restos del cáliz de las rojas y brillantes fresas que tenía entre las manos. El suave líquido que salía de la madurez de la fruta recorría sus dedos y no puedo evitar lamerlos despacio, con suavidad mientras él entró sigilosamente observándola desde atrás imaginando esa lengua que saboreaba sus dedos en su piel, en su sexo que solo con esa escena ocupaba por completo el pequeño espacio del pantalón donde crecía sin control; se acercó despacio rozando sus nalgas mientras sus manos acariciaban sus caderas con firmeza sin dejar que se diera la vuelta. Llevo esos dedos húmedos de Virginia a sus labios donde su lengua esperaba ansiosa su sabor, les lamió, les saboreó mientras ellas se estremecía apoyándose en él notando cuánto la deseaba; agarró su cuello y lo recorrió con su lengua, oliéndolo, oliéndola mientras su otra mano buscaba bajo la fina tela la puerta hacía el paraíso húmedo que tanto anhelaba.
Virginia intentó darse la vuelta pero David no la dejó, empujándola suavemente sobre la mesa introdujo sus dedos en ella; de una manera suave y sin dificultad se dio cuenta que pudo sumergirse fácilmente, notando su dilatación mientras ella se revolvió respirando fuerte en su oído, pasando su lengua por él, en círculos, mientras sus manos estrechaban su cuello. David podía ver cómo uno de sus pezones se escapaba de la tela que le cubría y pedía a gritos la suavidad de sus labios; ahora sí, frente a ella, paso sus dedos húmedos por sus pechos y lamía cada rugosidad mientras desabrochaba su pantalón y dejaba al descubierto su sexo sólido, rígido e imponente por ella.
Se colocó de rodillas y rozó sus labios, sus favoritos, húmedos y expectantes por lo que vendría, la miró y volvió a introducir sus dedos mientras su lengua buscaba ese pequeño volcán a punto de explotar. Virginia acariciaba su cabeza viéndole entre sus piernas manteniendo su sexo izado esperando poder sentirla desde dentro. Antes de que esa corriente que comenzaba a recorrer su cuerpo explotara, le retiró y se sentó sobre él, despacio, moviéndose suavemente mientras sus lenguas se fundían y David acariciaba sus nalgas sedosas, fundiéndose con ella y su movimiento, convirtiéndose ambos en uno solo. Abrió los ojos y vio como ella tenía su mirada fija en él mientras rozaba y estrechaba sus pezones; soltó sus nalgas y aferró fuerte sus pechos, introduciendo su cara entre ellas mientras Virginia aceleró su movimiento, rítmico, constante, cada vez más rápido buscando ese final tan sensible donde terminaba su sexo y comenzaba su orgasmo.
Escuchaba sus gemidos, y vio como sus piernas se tensaban en el pequeño sofá sintiendo cómo esa humedad salía de ella buscando las fresca brisa fuera de su cuerpo
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