Extraña sensación

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Deambulaba por unas callecitas completamente desconocidas. Eran extrañas por donde se las mirase, con unas veredas tan angostas que solo había paso para una persona, complicando a los transeúntes cuando se enfrentaban en dirección opuesta debiendo alguno de ellos descender a la calzada para facilitar la continuidad del transito peatonal, que a esa hora del mediodía abundaba de gente que en su mayoría apresurada, complicaban aun mas el paso de quienes, como en mi caso, caminábamos mas lentamente.

Así mismo las calles eran de un antiguo empedrado y que, seguramente por el nulo mantenimiento, mostraban un deterioro preocupante, pues los vehículos pasaban haciendo una especie de zigzag, por lo que el riesgo de que ocurriese algún accidente era permanente, pero a nadie esto parecía preocuparle. Quizás todas estas personas estaban demasiado acostumbradas, y el riesgo de llegar a destino no era considerado en sus mentes, o tal vez las preocupaciones eran otras por lo que los aislaba del mundo exterior y solo los llevaba sus pensamientos. Eran ellos y sus  mentes y lo que tendrían programado antes de salir de sus casas.

Las casas por su parte estaban en su mayoría pintadas en tonos muy similares que iban desde un cepia y en degradé hacia un gris pardo que le otorgaba un sombrío particular a la zona sumado a la ausencia de verde por la inexistencia de árboles ni ninguna vegetación, me hacía parecer que este sitio no existía.

 

Pero todo esto no era lo que me tenía intranquilo, llevando mi impaciencia a un estado alterado que me impedía pensar, razonar, y lo que era peor aun, recordar.

A veces uno no recuerda ciertas cosas, como  algo que debíamos hacer o alguna fecha que se nos pasa por alto; o tampoco logramos recordar donde hemos dejado algún elemento que necesitamos. Ni que hablar del inconveniente que nos genera en ocasiones el salir desorientado de algún lugar y no recordar donde dejamos estacionado nuestro automóvil, que en algunos casos nos lleva varios minutos poder encontrarlo sin antes haber caminado unas cuantas cuadras de más.

 

Por algún motivo  uno olvida  a veces ciertas cosas que después en otro momento, más o menos inmediato, le vuelven a la mente. Y en cuestión de recuerdos, es mas cuestión de momentos, pues éstos siempre aparecen, haciéndonos recuperar eso que nuestro cerebro guarda en algún sitio, esperando ser requerido para aparecer y refrescar nuestros pensamientos. Como si todo estuviese guardado en un disco rígido y solo se necesita de un clic para que reaparezca en nuestra pantalla visual y así utilizarlos en alguna cuestión para lo que fueron requeridos.

 

Pero nada de esto era lo que me sucedía, ni tampoco era lo que me inquietaba al punto de llegar a asustarme. No era este extraño lugar ni su extraña gente que sin una palabra de por medio, solo atinaban a caminar, vaya saber hacia donde.

 

Lo que me tenía aterrado era que lo que no recordaba, era quien era yo. Esta extraña sensación de no recordar nada de mi vida me hacía dudar hasta de mi existencia. Evidentemente mi disco rígido estaba infectado.

Me habían introducido algún virus que desintegro todos mis archivos.

  


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