Malditos días en los que sientes que se humedecen tus ojos por cualquier cosa,
que todo te molesta, que ni siquiera bajo las mantas sientes protección y no hay brazos en los
que hallar consuelo.
No basta con que el sol luzca más brillante, ni con oír tiernas canciones de amor porque hay
días en los que no hay consuelo.
Ni paz. Ni seguridad. Días en los que quieres no ser tú, que frente al espejo no sean tus ojos brillantes los que te devuelven la mirada.
¿Por qué no hay consuelo?
¿Qué es ese vacío que te come las entrañas y te revuelve?
Malditos días en los que ves que las personas parecen tan lejanas y distantes como estrellas
en el firmamento. Ves su luz Pero no te conforta.
Malditos días en los que NI SIQUIERA TÚ consigues acercarte a mí. Y de verdad, ojalá hallaras
la manera de adentrarte, abrazar mi corazón y devolverme la sonrisa.
Malditos días en los que hay consuelo.
Malditos días de alma sin calidez,
de alma perdida.
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