Almohada

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00:32

¡Oh! Hola.

Hace apenas unos minutos estuve contigo, pero eso puedes notarlo por mi sonrisa. Fue la primera vez esta noche. No sabes cuánto me gustan estos encuentros nocturnos, aunque siempre se interrumpen antes de tiempo, lo detesto, desearía que se dieran más seguido, aunque al menos ahora, en cierta forma, puedo pretender que sigues aquí a mi lado. Es un consuelo.

Casi ni puedes verme, pareces ausente y vacía, pero al menos no opones resistencia cuando te acaricio. No me importa mucho tu indiferencia, sé que en estos momentos puedes ser mía.

Puedo tomarte, apretarte fuerte contra mi y verás que, con suerte, muy pronto estaremos juntos de nuevo y esperaré que antes de que amanezca, te decidas a satisfacerme.

 

02:04

¡Ah! Me conforta saber que sigues a mi lado. Pensaba en ti; pero eso lo sabes. Últimamente no dejas en paz mi inconsciente. Aunque te veo varias veces por noche, a veces ni siquiera te reconozco, como si fueras varias personas al mismo tiempo. A veces no me ves, no me hablas, o actúas como si fuésemos perfectos extraños, pero aún, adoro encontrarte aquí. Aunque prefiero estos momentos, donde eres como yo quiero que seas; a mi disposición, a mi capricho, a mi voluntad.

Te abrazaré y en unos minutos más estaré contigo de nuevo. Aún queda mucho antes del amanecer, tómate algo de tiempo, puedo ser paciente si aunque sea una vez esta noche puedo estar contigo, probarte, olerte, tenerte.

 

03:31

¿Adonde fuiste? No soporto tus veleidades, por qué no puedes simplemente pasar toda una noche conmigo. Sabes lo que provocas, infectas mi inconsciente con tu cara, tu cuerpo, tu voz, tus gestos a veces hasta tu esencia; pero sabes que a veces sólo podré verte a lo lejos o por unos cuantos segundos, frugales momentos de emoción, pero suficientes para seguirte añorando.

Pero estás aquí de nuevo, indefensa y sin voluntad y este es mi momento. Puedo imaginarte, acariciarte, recorrerte, morderte... hasta profanarte si se me antoja.

 

05:03

Todas tus ofensas, tus engaños, tus indiferencias son insignificantes comparadas con momentos como el que recién me hiciste pasar. Creo que de alguna manera debo agradecer que hagas esto siempre a tu manera, pues correría el riesgo de no querer volver a despertar jamás y seguramente escogería permanecer en catatonia, esperando a que justifiques mi estado dedicándonos unos segundos de intensidad cada noche. Manténme en cautiverio dentro de mi propio sueño.

Déjame abrazarte fuerte, quitarte el aliento, siente cómo suspiro en tu espalda, mi respiración en tu cuello y esperemos el amanecer.

 

06:30

Bien, amanecimos juntos otro día y habrá sido la última vez que podré verte por hoy. Pronto me tendré que ir y no sabré de ti hasta que anochezca, cuando volveré a desearte y, si permaneces lo suficiente, podré poseer tu imagen una vez más.

 

Me pregunto... ¿mañana aún estarás?

 


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