Uno.
Sentado frente a la mesa de trabajo,
me abstraigo y te imagino,
yo como siempre hablando conmigo,
lejos de las tareas y del obligado horario.
Conociéndome yo, habiendote alejado,
te veo sola, rodeada por todos, bebiendo un café,
solitario castigo que aun debo padecer,
desdichado de mí por rodearte de extraños.
Sin motivo real y sin la urgente necesidad,
hoy todo es ayer en un olvido sepultado,
por el afán de tenerte y tú, en no ver claro,
penitentes en vida, en esta inmensidad.
Esperemos otra reencarnación, otra oportunidad,
y tal vez, si hay suerte...podamos coincidir.
Dos.
La semilla siempre dará frutos,
se insiste, hasta aparecer la flor,
el cuido es la ocupación permanente,
algo siempre queda y la ilusión será colmada.
Con los años vendrán los gritos y la heredad,
se dará el apoyo constante y la alegría
la llamada diaria y la atención al ancestro,
el recuerdo por lo vivido y de aquello ido.
Las bases se echaran a pesar de la incertidumbre,
oídos sordos afrontaran profetas extraños,
ciegos de alabanzas por falsa salvación,
poniendo en duda la fragilidad de la existencia.
La débil cadena inmortal permanece intacta,
a pesar, que un eslabón se fracture de vez en vez.
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