Regresé a mi país luego de 2 años, que parecieron siglos, y lo primero que hice fué preguntar por ella. Me dijeron que la vieron salir hacía ratito y no quise esperar a que regresara. Salí y la busqué entre los gritos de los vendedores de verduras y carnes, y al no hallarla regresé por la misma calle por la que vine; y entonces la ví, caminando por esas antiguas calles de mi barrio adorado, que no cambio por nada. Cargaba su canastita del mercado y llevaba puesto su sombrerito que le había comprado en un paseo por su Cajamarca querida. Caminé a paso apurado y apenas me le acerqué la tomé de su brazo dócil con cuidado. Volteó asustada y sin salir de su asombro, al notar mi presencia se le humedecieron sus ojitos que nunca olvidé, y con voz que cala, me dijo emocionada: ¡¡Hijito mio...!!.
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