Un día cualquiera te levantas y piensas: "¿hasta cuando tendré que seguir haciendo cada día lo mismo?". Sabes bien que es una pregunta retórica, de esas sin respuesta, de esas que haces a sabiendas que nadie contestará. En ese momento te das cuenta que la rutina ha entrado a tu casa, no sólo por la puerta, sino por cada una de las rendijas de tu vida, de esa vida que sientes cada vez más vacia. Y se instala, ocupando todo el espacio, oprimiéndote el pecho, robándote el oxígeno. Allí se queda, hasta que un día, sin saber cómo, todo cambia. Te levantas con una sonrisa, con ganas de comerte el mundo, con energías renovadas, decidida a pisar fuerte. Hoy me he puesto los tacones, me siento segura y dispuesta a dejar que entren aires nuevos en mi vida. Hoy estoy dispuesta a decir: "Adios rutina"
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