La conciencia del sicario

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 LA CONCIENCIA DEL SICARIO

 (Asesino por encargo. ?Sicarius? significa hombre- daga.)

 Los leños devolvían la energía de mil soles en gotas de tibieza al calor del ambiente.

La noche era muy fría  y los pequeños copos de nevisca se disolvían en los cristales y corrían por el vidrio como gotas extrañas a la calidez del lugar.

En la tristeza de la calle una sirena se iba perdiendo en la noche y su   sonido se mezclaba con el silencio a la distancia.

La dama que acababa de despedirse no mitigaba la negrura de mi soledad y en pocos minutos ya habIa perdido el recuerdo de su nombre.

Para mi melancolía el ?blues? de la vieja Gertrude ?Ma? Rainey.

Los dos búhos de madera que me miraban con sus ojos redondos y amarillos desde el escritorio eran los únicos seres en que confiaba en el mundo.

El animismo era parte de mi oscura devoción y de mi hereje adoración.

Creía en sus antiguos conocimientos, en su esotérica sabiduría y en sus conjuros con los misterios herméticos.

 

Y a mi manera hablaba con ellos y aceptaba sus consejos porque los entendía y ellos sabían entenderme.

Apagando la luz apoyé mi cabeza plácidamente sobre la tentadora almohada para dormir la paz de los sosegados de alma.

Pasado un rato- no sé que tiempo exacto pudo haber transcurrido- algo me sacó muy delicadamente del sueño.

Sentí una presencia vaga en la alcoba que no me resultaba de una actualidad corpórea  ni de una inminente tangibilidad y que no la asocié con el peligro.

Pero abrí los ojos en la oscuridad y me puse alerta mas por responsabilidad profesional que por inquietud.

Estuve atento unos momentos y sin poderlo explicar se encendieron levemente luces de aviso muy tenues en lo profundo de mi conciencia; era evidentemente algo intuitivo que no se correspondía de ninguna manera con la razón ni con la evidencia de lo empírico.

Entonces ocurrió que las luces de alarma  ya no fueron tan tenues y noté un sobresalto cuando me pareció que un suave soplo rozaba mi oreja en la oscuridad de la pieza.

Cerré los ojos y me puse realmente tenso con un miedo primitivo cuando percibí que el soplo ya se convertía  en un extraño murmullo.

Permanecí muy quieto y ya con una aprehensión bastante agudizada cuando pude oír sobre la superficie del escritorio el rasguño de objetos que se movían en las sombras, sin que hubiera razón para que eso ocurriera.

Cuando  pretendí encender la luz, quedé paralizado de sorpresa y me  congelo el ángel del  espanto cuando  una poderosa  mano sujetó mi muñeca vigorosamente en la oscuridad y me privó de todo movimiento sin que se oyera volar una pluma ni se pronunciara una sola palabra.

Estaba totalmente inmovilizado por el terror y no producía mi cerebro el mas mínimo razonamiento.

De bogar sin afanes por la plácida llanura de los tranquilos de alma pasé a habitar las cumbres tempestuosas donde habitan los demonios, las almas torturadas y los dioses vengativos.

En ese momento sentí oprimida la otra muñeca y el poder que me sujetaba era invencible.

De la noche serena que velaba mi sueño no quedaba más que un lejano recuerdo y todo lo que estaba llegando lo sentía como una intempestiva y borrascosa tiniebla de crudo y furioso invierno donde derraman sus lagrimas y sus gemidos los genios malditos y las brujas penitentes.

No podía articular sonido, estaba mudo, y mis ojos derramaban lágrimas de miedo, de estupor y de impotencia.

Mis párpados persistían cerrados, los rasguños  eran mas ostensibles sobre el escritorio y en las sombras percibí un sordo aleteo de los búhos de madera tallada, que siempre acompañan mi soledad.

Lo mágico se hacía real, los misterios de las sombras estaban más cercanos y el realismo fantástico se hacía casi como cotidiano.

Comencé a sentir gemidos, gritos y horribles aullidos de almas culpables en pena que participaban de los aquelarres con demonios y con seres malignos y poseídos, que me atormentaban en la negrura de la noche.

 Cuando se agitaron las afanosas alas de la luz del amanecer se mitigó el terror, pero comprendí que ya nada volvería a ser como antes; los búhos, que eran mis amigos, estaban cubiertos de asqueroso excremento, la presencia espectral en mi habitación me había postrado impotente.

Y con letras de sangre estaba bien pintado en el espejo el nombre de la última víctima estrangulada por mis manos hoy mismo.

La venganza que llegaba desde ultratumba recién comenzaba.

Y el Séptimo Circulo me reclamaba.

La dulzura del asesinato se vuelve hiel  sin impunidad  y la soledad se torna aplastante.

¡Palabra de un sicario!

 

????????????????????????..

 

 

                         LA CONCIENCIA DEL SICARIO

 

(Asesino por encargo. ?Sicarius? significa hombre- daga.)

 

Los leños devolvían la energía de mil soles en gotas de tibieza al calor del ambiente.

La noche era muy fría  y los pequeños copos de nevisca se disolvían en los cristales y corrían por el vidrio como gotas extrañas a la calidez del lugar.

En la tristeza de la calle una sirena se iba perdiendo en la noche y su   sonido se mezclaba con el silencio a la distancia.

La dama que acababa de despedirse no mitigaba la negrura de mi soledad y en pocos minutos ya habIa perdido el recuerdo de su nombre.

Para mi melancolía el ?blues? de la vieja Gertrude ?Ma? Rainey.

Los dos búhos de madera que me miraban con sus ojos redondos y amarillos desde el escritorio eran los únicos seres en que confiaba en el mundo.

El animismo era parte de mi oscura devoción y de mi hereje adoración.

Creía en sus antiguos conocimientos, en su esotérica sabiduría y en sus conjuros con los misterios herméticos.

 

Y a mi manera hablaba con ellos y aceptaba sus consejos porque los entendía y ellos sabían entenderme.

Apagando la luz apoyé mi cabeza plácidamente sobre la tentadora almohada para dormir la paz de los sosegados de alma.

Pasado un rato- no sé que tiempo exacto pudo haber transcurrido- algo me sacó muy delicadamente del sueño.

Sentí una presencia vaga en la alcoba que no me resultaba de una actualidad corpórea  ni de una inminente tangibilidad y que no la asocié con el peligro.

Pero abrí los ojos en la oscuridad y me puse alerta mas por responsabilidad profesional que por inquietud.

Estuve atento unos momentos y sin poderlo explicar se encendieron levemente luces de aviso muy tenues en lo profundo de mi conciencia; era evidentemente algo intuitivo que no se correspondía de ninguna manera con la razón ni con la evidencia de lo empírico.

Entonces ocurrió que las luces de alarma  ya no fueron tan tenues y noté un sobresalto cuando me pareció que un suave soplo rozaba mi oreja en la oscuridad de la pieza.

Cerré los ojos y me puse realmente tenso con un miedo primitivo cuando percibí que el soplo ya se convertía  en un extraño murmullo.

Permanecí muy quieto y ya con una aprehensión bastante agudizada cuando pude oír sobre la superficie del escritorio el rasguño de objetos que se movían en las sombras, sin que hubiera razón para que eso ocurriera.

Cuando  pretendí encender la luz, quedé paralizado de sorpresa y me  congelo el ángel del  espanto cuando  una poderosa  mano sujetó mi muñeca vigorosamente en la oscuridad y me privó de todo movimiento sin que se oyera volar una pluma ni se pronunciara una sola palabra.

Estaba totalmente inmovilizado por el terror y no producía mi cerebro el mas mínimo razonamiento.

De bogar sin afanes por la plácida llanura de los tranquilos de alma pasé a habitar las cumbres tempestuosas donde habitan los demonios, las almas torturadas y los dioses vengativos.

En ese momento sentí oprimida la otra muñeca y el poder que me sujetaba era invencible.

De la noche serena que velaba mi sueño no quedaba más que un lejano recuerdo y todo lo que estaba llegando lo sentía como una intempestiva y borrascosa tiniebla de crudo y furioso invierno donde derraman sus lagrimas y sus gemidos los genios malditos y las brujas penitentes.

No podía articular sonido, estaba mudo, y mis ojos derramaban lágrimas de miedo, de estupor y de impotencia.

Mis párpados persistían cerrados, los rasguños  eran mas ostensibles sobre el escritorio y en las sombras percibí un sordo aleteo de los búhos de madera tallada, que siempre acompañan mi soledad.

Lo mágico se hacía real, los misterios de las sombras estaban más cercanos y el realismo fantástico se hacía casi como cotidiano.

Comencé a sentir gemidos, gritos y horribles aullidos de almas culpables en pena que participaban de los aquelarres con demonios y con seres malignos y poseídos, que me atormentaban en la negrura de la noche.

 

Cuando se agitaron las afanosas alas de la luz del amanecer se mitigó el terror, pero comprendí que ya nada volvería a ser como antes; los búhos, que eran mis amigos, estaban cubiertos de asqueroso excremento, la presencia espectral en mi habitación me había postrado impotente.

Y con letras de sangre estaba bien pintado en el espejo el nombre de la última víctima estrangulada por mis manos hoy mismo.

La venganza que llegaba desde ultratumba recién comenzaba.

Y el Séptimo Circulo me reclamaba.

La dulzura del asesinato se vuelve hiel  sin impunidad  y la soledad se torna aplastante.

¡Palabra de un sicario!

 

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