MARTES 13
?El martes ni te cases ni te embarques, ni hijo cases ni cochino mates.?
No me iba a casar, no tengo hijos y no pienso embarcarme, tampoco tengo chancho para carnear, pero este martes nada iba salir bien, hoy ya era lunes y mañana era 13, martes 13.
Mi cuñada volvía del tratamiento psiquiátrico ambulatorio, al que no se para que iba porque cada día estaba peor.
Y no creo de ninguna manera que el
entorno familiar pueda ayudarla.
El entorno éramos cuatro incluida la paciente.
Cuatro dipsómanos irresponsables.
Con ella, con mi hermano, que era su marido, y con mi sobrino, todos alcohólicos como yo, comenzamos a beber en forma abundante en el atardecer del lunes.
No, nada podía salir bien ese martes.
Tal cual yo lo dije el tratamiento no iba a funcionar, mi cuñada estaba mas agresiva y mas puta que lo habitual y su conducta era mas extraña de lo que yo nunca había visto. Y la mujer me odiaba.
Tomamos caña como siempre, y yo hasta perder totalmente el conocimiento; las borracheras de familia eran como las peleas, muy intensas y hasta el final.
Después del coma alcohólico y de la violenta evasión desperté ?¿martes13? -.
Lo primero que sentí fue el dolor insoportable de mi cabeza que explotaba en pedazos como una bomba atómica.
Inmediatamente supe por el olor nauseabundo que estaba tirado en el viejo y abandonado excusado de chapa a veinte metros de la casa que por desidia nadie se ocupaba de eliminar.
Sin duda ya era la mañana del martes porque se filtraba una leve luz por las juntas de las planchas de lata con los palos de madera que las sostenían.
Entre mi deshidratación, el calor que aumentaba rápidamente y la repugnante atmósfera traté de incorporarme entre las arcadas que me producía la náusea.
Pero me resulto imposible moverme ya que alguien había puesto su industria
en la labor de sujetarme con lonjas de cuero a un poste de los que mantenían de pie al galpón.
No, nada iba terminar bien este martes 13.
Cuando moví un brazo mi mano encontró un cuerpo tirado en el piso, totalmente inerte entre la orina y el excremento secos propios del lugar; enseguida tropecé con la terrible rajadura que casi separaba la cabeza del torso del degollado.
Mi sorpresa hizo brotar un alarido de mi pecho ante el cuerpo muerto de mi hermano y fue respondido desde el exterior del excusado por la carcajada demente de mi cuñada.
Mientras me arrastraba una tempestad de incertidumbre y del vacilar de la cordura ocurrió otro hecho espantoso. El vientre de mi sobrino estaba abierto por quince centímetros de un tajo que desparramaba sus entrañas por el suelo donde estaba muerto.
Y mi aullido animal se oía como el bramido de un alma en pena sin perdón.
Desde el exterior del excusado llegaban las carcajadas endemoniadas de la asesina que ponían un marco de satanismo a la escena alucinante.
Ya el calor era insufrible en el excusado por lo avanzado del día.
Pero el aumento de la luz me permitió observar varias víboras de coral puestas a mi nombre por la mujer, para que no me aburriera.
Y que se mantenían pacificas por no sentirse amenazadas. No pensaba ser yo el que las alborotara.
Observaba sus bellos anillos amarillos, rojos y negros cuando se movían con la mágica lentitud de los reptiles por sobre los cuerpos asesinados.
Seguí manteniéndome inmóvil durante un buen rato y la curiosidad y el odio irracional de la cabeza totalmente desquiciada de la mujer, hizo que de un momento para otro, ella abriera intempestivamente la puerta del precario galpón y trastabillando ebria cayera en el piso rodando entre el nudo de víboras y fuera mordida por los colmillos letales de las serpientes que se sintieron atacadas.
La siniestra enferma me miró por ultima vez con ojos de un odio infinito que ya estaba muy lejos de la razón humana y finalmente vomitó y se desvaneció.
En pocos momentos moriría revolcada entre horribles estertores de agudísimo dolor.
Y yo viviría atormentado todos los días y segundos de mi vida por las mas terribles pesadillas.
O acaso una piadosa locura podría llevarme definitivamente al limbo de la inconciencia total con su dulce olvido.
O acaso la terrible soledad sería mi amiga hasta la muerte en la reclusión de no recuperables para alcohólicos de máxima peligrosidad.
¡No , nada podía haber terminado bien ese martes 13!
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