El brillo de tus ojos

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Y... cuando menos lo esperaba apareciste tú. Con una sonrisa encantadora, dejando tu melena al viento mientras esperabas el número 5 de la línea de autobuses que te llevaría al centro. No debaja de mirarte. Cada día siempre ocupabas el mismo asiento. Tus ojos ocultos bajo unas gafas oscuras. No sabía como acercarme a tí. Parecías tan distraida escuchando, no se que escuchabas, pero los auriculares siempre los llevabas puestos.

De Lunes a Viernes, siempre la línea 5, y tu parada en el conservatorio. No podía acercarme a tí. Me parecías inalcanzable. Me decidí por dejarte una nota en el asiento donde cada día te sentabas. 

Lunes, mi nota decía, me muero por ver el brillo de tus ojos. Ella arrugó la nota, mi corazón palpita. No la tira se la ha guardado en el bolsillo, y el latido de mi corazón vuelve a la normalidad.

Al fondo, yo esperaba tu reacción. No sirvió de nada, el brillo de tus ojos estaban tapados detrás de los cristales oscuros de tus gafas.

Martes, mismo sitio, mismo asiento. Mi corazón late despacio mientras sigue muriendo por ver el brillo de tus ojos.

Hizo el amago de retirar la gafas, pero al igual que ayer, arruga la nota y se la guardo en el bolsillo de su abrigo.

Miércoles, mis ojos se llenan de tristeza cada vez que ven como arrugas mis notas. Solo el brillo de tus ojos los hara reir.

Ha sonreído, ha hecho efecto. Tercera nota arrugada al bolsillo, pero una pequeña sonrisa me basta para volver a intentarlo de nuevo.

Jueves. Línea 5, y la nota le dice que llueve, hace frío y viento y lo único que me da calor es la posibilidad de ver el brillo de tus ojos. 

Vuelve a sonreir, arruga la nota, se pone sus guantes y de un giro visualiza todo el autobús. Somos cinco chicos, así que aún no me ha decubierto.

Viernes, he decidido dejarle una última nota. Hoy me bajaré antes que tú, una parada antes, podrás saber quien soy, y si decides que puedo ser la persona a la que dediques una mirada acompañame, y dejame ver el brillo de tus ojos. Ella, como cada día, sube al autobús, se sienta en el mismo sitio. Coge la nota, y no la arruga, la mantiene en su mano. Se pone de pie, se quita las gafas y observa con atención a su alrededor. Pendiente de las paradas y de cada persona que baja del autobús. Llega mi parada, soy el único en la puerta. Me tiemblan las piernas, se acerca sin las gafas oscuras. Mirandome a los ojos me dice, me gusta tu letra.

He conseguido por fin ver el brillo de sus ojos.

 


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