EL CACHORRO
Los dos ancianos encontraron al animalito en el puerto en un atardecer de intenso frió, mientras regresaban al inquilinato en el barrio de la Boca.
La pequeña criatura bien podría haber llegado en la bodega de algún buque.
-Es un cachorrito, dijo la vieja.
-Si, respondió el anciano?-es un cachorro de los nuestros...
Con toda ternura se lo llevaron, habiéndolo arropado, masajeándolo y hablándole, mientras el cachorro les lamía las manos con agradecimiento.
El animal creció todo lo saludable que podía esperarse de la mejor alimentación, abrigo y cariño que se le brindaban.
Para la pareja era el mejor compañero que podían esperar y fue una historia de cariño para ?Rattin?, que iba desarrollándose en forma optima.
Las pericias ya habían determinado que la sangrienta muerte de la esquina de Ibarlucea y Brandasen se había producido por desgarraduras de enormes colmillos en la garganta de la victima.
El segundo hecho, producido a la salida de un edificio de departamentos de la calle Caminito ya había trascendido a los primeros planos de los periódicos y al igual que en el primero, fueron terribles colmillos los que produjeron el degüello.
Y ya el tercero produjo terror en la opinión pública por la continuidad de los ataques y por el espeluznante modus operandi con que se producían los extraños asesinatos.
Algún ángel siniestro volaba por el cielo de la Boca.
8
Cuando los ancianos, después de muchas dudas, llevaron a ?Rattin? al veterinario, el facultativo, mientras lo auscultaba sorprendido y alarmado se tomo el tiempo para una llamada telefónica.
Estaba realmente muy asustado y lo aterrorizaban los ojos no humanos de esos viejos con sus miradas frías de pequeñas y renegridas pupilas, y lo inquietaban las orejas puntiagudas y los afilados dientes en sus perfiles de ratón.
El animal traído para la consulta estaba rabioso y tenia una mirada torva, el profesional estaba desconcertado por lo que acababa de comprobar.
Si, se sintió aprensivo y muy asustado ante la segura reacción de los dos horribles personajes que lo observaban con sus pequeños ojillos malignos que no eran humanos?
El sabia demasiado y no iban a permitir que hablara; estaba amenazado e intimidado y ya habrían dispuesto sobre su destino.
Se aplaudió por su llamado telefónico tan oportuno; ya no lo hubiera podido hacer.
El veterinario enloquecido por el terror, los viejos con una expresión que no tenía nada de humana, y el animal observando todo con una atención paranoica.
Justo vino a ocurrir que el medico padecía de un persistente terror y de una profunda repulsión a las ratas.
Y su musofobia (1) exacerbada lo llevó a sospechar muy seriamente sobre la naturaleza genética de los dos viejos con rasgos de roedores, que habían traído a la criatura.
No es un cachorro dijo, pálido y temblando el facultativo, ¡es una rata mutante! y seguirá creciendo.
En ese momento el agresivo animal trato de saltar con una furia inusitada y el inspector Labruna, que acababa de llegar, ordenó con urgencia arrojar las redes sobre la enorme rata, y algunos agentes detuvieron a los viejos, que pertenecían a una secta satánica.
Los ancianos que en verdad tenían ojos pequeños, astutos y muy crueles, habían arriesgado sospechosamente todo por su pervertido amor al animal rabioso. ¿Por qué?.
Y eran peligrosos instigadores de una sangrienta
matanza.
¡En la calle!, tres degollados, lo último que vieron en su vida, fueron las pupilas de una rata asesina.
(1) musofobia: fobia a las ratas.
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