Código sensual 67FK6 primera parte

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CAPÍTULO 1

OCTUBRE 2011

Había empezado a refrescar aunque el otoño se presentaba suave. Nueva York empezaba a tomar ese color ocre y dorado típico de la estación.

En el baño de los Bates parecía que también había cambio de estación. Sarah y Jake Bates estaban follando en el jacuzzi. Ella estaba encima de Jake y llevaba las riendas, eso era absolutamente normal, pues Sarah tenia 34 años y su marido 70.

El estaba sentado en el escalón de la enorme bañera que burbujeaba a 37 grados y ella estaba encima de el con una pierna a cada lado cabalgando con furia.

Tantea algo de plástico y papel metalizado y deduce que es el envoltorio de la viagra que Jake se ha tenido que tomar para ponerse medianamente a su altura.

Jake es un hombre de aspecto normal para su edad. A pesar de ir bastante arreglado y acudir tres días por semana a un gimnasio, jamás se le ha pasado por la cabeza hacerse algún retoque.

De todas formas y para sus adentros, pensaba que si una joven y hermosa Sarah se había fijado en el, y en el plazo de año y medio se había convertido en su esposa, poco le debía importar si tenia arrugas.

Sarah sigue tanteando y por fin encuentra lo que con ansia andaba buscando. La botella de Moët Chandon.

Está sedienta y no piensa tantear más para buscar la copa. Directamente alza la botella y se la acerca a los labios, abre la boca intentando echar un leve trago, pero se da cuenta que en esa botella ya no queda ni gota.

-¡Mierda! Exclama con rabia.

Jake esta a punto de correrse pero la mujer parece que no esta por la labor.

Sarah intenta ponerse de pie, pero Jake le agarra el brazo y le suplica que no se vaya.

-Son solo un par de minutos los que me quedan para llegar al final..

Sarah ni corta ni perezosa, le levanta a el, se pone de rodillas y se mete su miembro erecto en la boca. Empieza a lamerlo y chuparlo con fuerza arriba y abajo, esta deseando acabar de una maldita vez. A Jake le empiezan a flaquear las piernas y Sarah deduce que el final esta muy pero que muy cerca..

De pronto Jake tiene una convulsión y se corre dentro de su boca. Acto seguido se medio desploma sobre el escalón de la bañera y Sarah consigue salir de la bañera.

Va desnuda y descalza, el suelo de mármol color blanco roto queda manchado por las huellas mojadas de la mujer. Abre un pequeño armario de madera blanco que hay en un rincón del baño donde están todas las toallas colocadas por colores y saca un albornoz blanco que lleva sus iniciales bordadas en hilo de plata. Sale al pasillo y encoge los hombros, nota que ha refrescado bastante, es jueves por la tarde y el servicio tiene la tarde libre.

La señora Gilles visita a su hija y a su nieta en un pueblo fuera de la ciudad, George, el chófer, tampoco se encuentra disponible, y el joven Tom, que se encarga de la piscina y otros servicios varios, da clases de natación a niños en el Club de Campo todos los jueves por la tarde. La casa esta en silencio total y a media luz.

A Sarah no le agrada estar a solas y es por eso que todos los jueves queda con una amiga y se van de compras y a tomar unas compras por el centro de la ciudad

El único que suele estar esa tarde en casa pero encerrado en su despacho por asuntos

de trabajo es Jake. A pesar de tener ya cumplidos los 70 años continua de lleno metido en su empresa de importación y exportación legal de gemas, oro y piedras preciosas.

Su trabajo es examinarlas y comprobar si su pureza y quilates son los exigidos y los que ha prometido el importador o exportador.

Sarah baja la larga y redonda escalera escalera que conduce a la planta de abajo donde esta la cocina. Desciende lentamente, escalón por escalón porque teme resbalar, ya que sus pies continúan húmedos. Su mano se va deslizando suavemente por la barandilla de madera lacado y brillante de color blanco.

Se dice para sus adentros que pronto tendrá que cambiar la decoración fresca y veraniega por la cálida y otoñal. Habrá que sacar las alfombras, cambiar los cubre sofás, decorar los centros de mesa y encender la chimenea cuando caiga la noche.

Entra en la cocina y se dirige al fondo de la estancia donde esta la nevera, la abre y a la vez bosteza.

Son las 9 de la noche y de momento no tiene planes de cena, con un sándwich le basta, aunque quizás llame al japonés de moda para que le traiga unos sushies a casa.

Saca una botella de Moët Chandon.

De pronto nota una vibración extraña, la lámpara de cristales de araña que cuelga del techo de la cocina parece que se ha movido levemente y nota el suave tintineo de los cristales.

Levanta la vista y en efecto ve que las lagrimas de cristal se mueven.

-¡Que cosa más extraña!

Se dice a si misma mientras le invade el miedo en forma de escalofrío que se le sube por todo el cuerpo.

Destapa la botella y bebe un sorbo directamente, necesita sacarse ese sabor ácido del semen que Jake ha vertido en su boca.

Al principio de su relación le gustaba e incluso tardaba un tiempo en beber agua o lavarse los dientes, pero de un tiempo atrás le provocaba cierta repulsión. Creía que era debido a la medicación que tomaba para la diabetes que se le había declarado desde hacia unos meses.

Vuelve a subir la escalera para dirigirse de nuevo al baño. Para unos segundos para dar otro sorbo de la botella y sigue subiendo lentamente. El pasillo se le hace algo largo, cuando piensas en cosas desagradables todo es más lento.

Se acerca a la puerta del baño, va cabizbaja y distraída.

De pronto, abre la puerta y levanta la cabeza. La escena que contempla es la más horrible que sus ojos han podido ver.

El jacuzzi bombea agua a unos 45 grados lo cual hace que la habitación este llena de vapor. El ventanal abierto de par en par y Jake flotando en el agua con las piernas y los brazos abiertos y la cabeza colgando al lado con un enorme corte del que sale la sangre a borbotones, haciendo que el agua se torne de color púrpura.

Sarah suelta la botella y empieza a marearse, da un grito despavorido y pierde el mundo de vista.


 


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