Carta de amor/declaración de guerra
Querido mortal:
Te extrañará que esta carta la haya puesto con una flecha en tu nevera, pero entiende que tenía que llamar tu atención lo suficiente como para que te pararas a leer. Es por esto y porque no tenía imanes.
Estoy de luto pues ayer pensaba que vagaba muerta por una dimensión equivocada, una que no era mía, donde todos estaban insoportablemente felices besándose en los parques como si todos los días fueran catorce de febrero y siendo, en una palabra, idiotas: y aún no me he quitado el traje.
Dejé de soñar despierta. Escogí revivir la pesadilla y, en medio de todo ese caos, apareces como si no hubiera pasado el tiempo, con tu deliciosa sonrisa, a saludarme.
No contento con eso, me sueltas palabras dulces como si fueran gratis en estos tiempos tan amargos acompañadas de flores y bombones. Además te ofreces sumiso y en pelotas a pasar por mi mente a realizar las más básicas de mis perversiones dejándome incluso ponerte grilletes y sacar mi fusta sin ofrecer resistencia.
¿Quieres conquistarme? ¿Es eso? Pues bien, tú lo has querido. Esto es la guerra. Te daré una ligera tregua pues irremediablemente me convertiré en la soberana de tu mundo. Te deseo suerte porque el tiempo me ha enseñado que no hay amor a medias tintas por lo que estoy afilando mis versos que te atravesarán con brutalidad el alma envenenándote completamente de mí. Así sentirás, poco a poco, todas esas flechas que tú con tus zalamerías ahora me clavas comportándote tan tierno como un niño. ¿Qué quieres? ¿Hacerme creer que eres inocente? Te castigaré por eso.
P.D.: Trae agua a la habitación. La noche será muy larga. Quiero que me limpies los tacones con la lengua y tengo sed. Nuestra primera batalla será convertirte en un hombre.
15 de febrero de 2015
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