Tania ha soportado los desplantes violentos de su novio Enrique por más de dos años. Pero todo tiene un límite. Y en esta ocasión ha decidido terminar con la relación. Y corre en medio de la oscuridad de la noche y las pocas lámparas encendidas de la calle. Sus pisadas se escuchan aceleradas sobre la acera. La respiración de Tania por demás agitada. Pero ni un alma que se asome desde las ventanas de las casas que van quedando a su paso. El viento en la copa de los árboles parece lamentarse con un raro sonido semejante a un aullido. El sudor de su rostro se va secando a medida que surge. Pero Tania no puede correr más rápido de lo que quisiera, porque a lo lejos se nota la silueta de un hombre que se aproxima. Todo ocurre sin gritos. Y las pisadas de ambos corredores. Los lamentos de Tania se oyen como voces apagadas que se pierden en la nada. Y el hombre cada vez más cerca, acelera su ritmo cardiaco. Tania tropieza y se levanta lo más pronto que puede. Se despoja de sus zapatillas y ahora corre descalza. Dobla hacia la izquierda, entre dos casas. Salta una cerca de madera. Sigue corriendo y llega hasta la acera que hay al fondo. Tal parece que ha tomado un atajo. Enrique, se desconcierta al llegar al sitio donde Tania dio vuelta. Se detiene unos segundos pero prosigue corriendo por la acera. Tania ha ganado algo de tiempo, según parece. De pronto, se atraviesa un gato por la ruta que lleva Tania y éste maúlla espantado. Enrique tiene una pista y retorna. Ahora tiene una idea de la ubicación de su novia. Salta cercas de madera y llega a la acera por donde transita Tania. La alcanza a ver a lo lejos. Apresura sus largos pasos. El cabello castaño de Tania que antes, permanecía sujeto en un pequeño bulto en su cabeza, se ha dispersado. Ahora que ondula de un lado a otro sobre su espalda, frena de algún modo el impulso que lleva. Y Enrique cada vez más cerca de Tania.
Hace un poco más de dos años, sobre la avenida Iturbide, pasaban los carros alegóricos del carnaval de Río Grande. Las multitudes vitoreaban el espectáculo, mientras los danzantes desde lo alto los saludaban. Los adolescentes que se encontraban abajo y cerca de lo que sería la primera fila, gritaban como enloquecidos, al ver a la cantante juvenil del momento. Unos niños se correteaban por atrás de lo que sería la última fila. Algunos jóvenes bailaban haciendo un pequeño círculo. Todo era bullicio y alegría.
En la acera de enfrente, había jóvenes mujeres que también disfrutaban del festival. Aunque era un grupo más tranquilo, no dejaban de gritar y chiflar al ritmo de los bailarines que iban sobre los camiones ataviados de arreglos sugerentes, propios de esas festividades. Uno tras otro, más veinte carros desfilaban divirtiendo a la gente que se aglomeraba en las aceras de la avenida Iturbide. Música, colores y disfraces que se deslizaban en cámara lenta para beneplácito de la concurrencia. Enrique dejó de bailar con sus amigos cuando se percató que en el espacio que se tardó en pasar el siguiente carro alegórico, una joven de cabello castaño levantaba los brazos y cantaba algo alegre, con su grupo de compañeras. No pudo apartar la vista de ella y esperó el momento de cruzar la avenida. Lo que no fue nada fácil.
Afortunadamente para Enrique, las personas que se encontraban en la acera de enfrente, no se marcharon sino hasta que terminó todo el tradicional desfile. Fue cuando se aproximó a las jóvenes donde se encontraba aquella, que más le había deslumbrado.
- Estuvo muy divertido, ¿No creen? - Dijo dirigiéndose al grupo de hermosas mujeres jóvenes que estaban a punto de retirarse
- ¡Mucho! - Le respondió una de las chicas, que aún se encontraba entusiasmada por el evento ocurrido
- ¿Y a ti, te ha parecido divertido? - Se dirigió a la joven por la cual hizo todo ese recorrido
Tania no respondió pero, lo miró fijamente a los ojos. Era claro que a ella también le había llamado la atención. Luego de un instante en que sólo ella sonrió para sus adentros, giró sobre sus talones, mientras se dirigía a sus compañeras
- ¿Ya nos vamos?
- ¿Cuál es la prisa? - Contestó Patricia, a quien de alguna manera se había interesado en el joven apuesto que las cortejaba
Tania comenzó a caminar, alejándose de sus amigas. Todas la siguieron a excepción de Paty que trataba de sostener una conversación con el joven Enrique. Pero él ya se había definido por hermosa y altiva Tania
- ¿Cómo se llama tu amiga? - Se animó a preguntarle a Patricia, quien dudó unos segundos antes de responder
- Mi amiga se llama Tania. Pero según veo no le interesa conocerte.
- ¿Puedo acompañarte? - Dijo Enrique como un último recurso
Tomó a Patricia del brazo y caminó con ella rumbo al grupo que se alejaba. En todo el trayecto fue amable con ella pero sin llegar a involucrarse. Lo que le valió a Enrique para que dos semanas después, Tania por fin, le diera la oportunidad de cortejarla.
Luego de un año de noviazgo, Tania empezó a notar que Enrique tenía un carácter explosivo. Que cuando se hallaba irritado, la insultaba e incluso la lastimaba de los brazos. La sometía con tal fuerza que dejaba moretones que Tania cubría después con maquillaje o prendas largas. Varias veces rompieron la relación. Pero ingeniosamente, Enrique volvía a conquistarla, con promesas que cumplía sólo por un par de meses. Incluso, como prueba de buena fe, la llevó a conocer a sus padres donde, le entregó un anillo de compromiso. Lo que hizo que durante un año, no volvieran a ocurrir incidentes de violencia.
Aquella noche, Tania le confesaba a Enrique que había quedado embarazada.
- ¿Sabes de quién es? - Le preguntó un Enrique desconfiado
Tania se sintió tan ofendida con aquella pregunta que optó por callar. Pero su rostro se endureció y un par de lágrimas acabó por asomarse
- No - Fue su atrevida respuesta y agregó con ironía - No estoy segura
Enrique enloqueció y tomó a Tania por los hombros. La zarandeó. Luego con la palma de su mano derecha, la golpeó en el rostro. Otra bofetada llegaba. Pero Tania se defendió y lo empujó hacia el muro. Tania aprovechó ese instante de incertidumbre y empezó a correr. Enrique se llevó las manos a su rostro, gritándose a sí mismo
- ¿Por qué, por qué?
Después de varios minutos de persecución, Tania está a punto de caer. Oye las pisadas de Enrique cada vez más cerca. Entonces, se le ocurre girar a la izquierda nuevamente. Lo hace. Sólo que está vez, Enrique se dio cuenta. Tania de nuevo, salta la no tan alta cerca y cae al pasto. se incorpora para seguir su carrera pero el vecino de dicha casa ha escuchado un ruido y ha salido. Todo pasa en cuestión de microsegundos. Tania en el suelo. Enrique enfurecido saltando por la valla. El vecino con un rifle pensando que lo asaltan.
El vecino no mira a Tania, sólo a Enrique. Dispara.
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