Sexo duro y mucho más
Por Tazzia Mayo
Enviado el 23/02/2015, clasificado en Adultos / eróticos
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Bajo las sábanas, sentía la noche cálida, alejada del frío del invierno de hace unos días. Dormía con su camiseta favorita, sin ella su piel aún se erizaba; era holgada, de su equipo favorito y a Óscar le encantaba.
Inmersa en sus pensamientos, tumbada de lado frente a la pared sintió cómo él se movía. Sin apenas darse cuenta percibió como colocaba su mano en su tripa, suave, despacio, consiguiendo que Paula se estremeciera esperando que solo fuera el principio de mucho más. Solo imaginándolo sus pezones se endurecían y se marcaban bajo su camiseta blanca.
Se dio la vuelta lentamente esperando encontrar su mirada, esa mirada que la deseaba sin negativa que pudiera evitar entrar en ella, sentirla y buscar sus gemidos, su placer. Hacerla disfrutar no hacía sino que su cuerpo reaccionara, que su sexo se endureciera esperando sus cálidas aguas donde quería sumergirse. Esta vez su mirada era diferente, buscaba poseerla, la estrechaba fuerte, buscaba sexo tan duro como el suyo?
La besó, mordió su labio mientras una mano oprimía uno de los pechos y otra, aferraba su cuello suave, ansioso por él. Le fascinaba esa camiseta, recordaba partidos inolvidables y le permitían intuir el volumen de sus pechos desde donde estaba colocado sobre ella. Sin tiempo para más, bajó su mano e introdujo dos de sus dedos a través de su humedad. Cómo me gusta saber que solo con esto ya estás preparada para mí, le susurró al oído mientras su sexo se endurecía sin límites.
Sabes que cuando quieres sexo duro te respondo de igual manera, respondió Paula empujándole sobre la cama comenzando el juego. Óscar respondió rápido, se sentó frente a ella y atenazó sus manos mientras la arrojó sobre la almohada. No repliques luego, no oiré, solo sentiré, dijo esta vez mirándola a los ojos. Sus duros pezones bajo la camiseta y la humedad en sus dedos le dieron paso a introducirse en ella sin mediar más palabra. Vigoroso, fuerte, poderoso e incluso cruel, la penetraba sin descanso, rápido, hasta el final, oyendo sus desdeñables ruidos en su oído mientras ella aferraba fuerte su espalda, casi con dolor en sus dedos, sabiendo que era lo que él buscaba Suéltame o volveré a agarrar fuerte tus muñecas, te dolerá, Óscar sabía qué necesitaba oír.
Hazlo, apenas te estoy sintiendo dentro Paula quería seguir desafiándole; de nuevo no había más qué decir, puso sus manos por encima de ella. Esa provocación, esas ganas de quedar por encima...le ponían a 1000.
Viéndola así, sometida, provocándole con sus palabras, su mirada esa mirada que tanto le excitaba. No pudo aguantar, su semen inundó sus paredes y sus miradas -al igual que sus cuerpos- se fusionaron volviendo, de nuevo, a aquella noche en la que descubrieron una de las ventajas de su confianza ciega y sin límites en la cama.
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