Vlad

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Desde tan alto le resultaba difícil distinguir con claridad las figuras que discurrían por el lejano suelo y la escasa luz de aquella noche tan cerrada tampoco ayudaba nada.

 

Si bien es verdad que es sabido que los vampiros no envejecen y por tanto no pierden facultades tales como la vista, Vlad llevaba mucho tiempo escondido, y sin probar la sangre humana y por tanto exhausto.

 

Durante cientos de años había permanecido encerrado en el interior de aquella gruta, atrapado y sin poder salir. Se había visto obligado a alimentarse de la sangre de pequeños roedores, que eran los únicos seres que pululaban por aquellos lares.

 

La última vez que probó la sangre de un humano, éste era un recién nacido. Vlad no podía evitar estremecerse al pensar en el frescor y a la vez dulzor de aquel fluido de ser recién saltado a la vida, y que había obtenido el honor de nacer solo para servir de alimento suyo.

 

Pero eso mismo fue lo que provocó la rabia de los campesinos, quienes dejando atrás el temor hacia los vampiros comenzaron la caza de todos ellos.

 

Ninguno se había salvado, sólo Vlad, parapetado en su húmedo y viscoso escondrijo, y allí había permanecido hasta aquella precisa mañana en que había sentido como un grupo de hombres con extrañas máquinas habían retirado la roca que impedía su salida.

 

Esperó a que los rayos del sol murieran y cuando la noche se hizo, decidió por fin salir, necesitaba sangre humana si no quería agotar las escasas fuerzas que aún le quedaban.

 

Ya estaba decidido a volverse, "Una vaca o una oveja, me servirán", pensaba, cuando distinguió una figura humana en medio de un claro. "Estoy de suerte", se dijo, y sin demorarse lo más mínimo y antes de que el extraño se escondiera, se lanzó desde gran altura directamente a caer sobre la espalda del individuo, buscando hábilmente con sus colmillos el cuello.

 

Lo primero que le extrañó es que el golpe no sonó como si de un cuerpo se tratase. Alzó la vista y lo vio allí. Seguía de pie. No entendía nada, si estaba todo lleno de sangre, ¿que había sucedido?

 

No tardó en comprender que la sangre que formaba aquel cálido charco era suya y que el palo sobre el que se asentaba el espantapájaros había hecho las veces de estaca, atravesando su corazón.

 

"Malditos c..." acertó a decir antes que un extraño y frío sopor le invadiera y su cuerpo se convirtiera en cenizas.


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