La hermosa edecán

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Fui a solicitar trabajo a una de las oficinas del hotel Marone de la ciudad de Quipala. Me habían citado a las 11 de la mañana para una entrevista pero yo me presenté una hora antes. Mientras me presentaba con la recepcionista, vi llegar a un grupo de edecanes que seguramente tendrían un evento en dicho hotel. Pregunté a la recepcionista y me confirmó que ellas laboraban ahí. En cuanto a mi asunto, me pidió que esperara una hora más. Que el licenciado Robles es puntual para realizar las entrevistas de trabajo.

- De acuerdo - Le respondí. Lo esperaré - ¿Ya funciona la cafetería a estas horas?

Entré a la cafetería, pedí un café y me dispuse a esperar, leyendo el periódico matutino. Tan concentrado estaba en mi lectura que no me percaté de la llegada de una de las edecanes, que se acomodó justo enfrente de la mesa donde yo estaba. Mi primera reacción cuando levanté la vista, fue mirarla sorprendido por algunos segundos. Era realmente muy hermosa. Pero noté en su rostro cierta tristeza. Dejé de verla y seguí con mi lectura. Entonces, yo sentí que el peso de su mirada. Levanté de nuevo mi cara y nos vimos unos instantes. Sus lágrimas escurrían distribuyendo el rimel sobre su rostro. Bajó la vista. Yo no sabía qué hacer. No estaba acostumbrado a estar tan cerca de una mujer tan bella. Temía que si me acercaba, haría el ridículo, al saberme rechazado por la dama. Así que decidí proseguir con lo que me había llevado ahí. Prepararme para una entrevista de trabajo. La lectura del diario de algún modo me relajaba. Así que volví a leerlo.

Sin embargo, volví a alzar la mirada y ella lo hizo casi al mismo tiempo. Sólo que esta vez me sonrió. Y yo le devolví ese gesto, con una tímida sonrisa de mi parte. La mirada profunda que me dedicó enseguida, venció todas mis dudas. Me levanté y me acerqué a su mesa.

- ¿Puedo sentarme? - Fue lo primero que se me ocurrió decirle

- Siéntate - Me respondió con una voz suave y melancólica. Y agregó - ¿A qué has venido?

- Una entrevista de trabajo - Le contesté en automático - Con el licenciado Robles - Le dije cómo si ella lo conociera. Pero en realidad, trataba de ganarme su confianza.

Y era precisamente lo que ella quería. Tener con quien desahogar su pena. Me enteré que era madre de dos adolescentes. Pero, para mí, que no lo parecía. Con ese cuerpo delgado y bien formado. Que su esposo, le había dicho que ya no la quería. Y ella, desde hace tiempo, desde antes de él se lo confesara, ya sabía de su aventura. Que pensaba abandonarla pero, no le daría pensión. Que ayudaría a sus hijos, pero no a ella. ¡Qué manera tan cruel de comportarse tienen algunos esposos, cuando se les acaba el amor!. Que por ese motivo, buscó trabajo. Y ya iba para dos años laborando en ese hotel, casi todo el día. Su hijo mayor, de 19 años, la ayudaba, trabajando por las tardes en una agencia. Pero no tenía tiempo para cuidar a su hija.

Yo la escuchaba desde mi lugar. Era un perfecto desconocido para ella. Me pidió una servilleta y al entregársela, tomó mi mano con las dos manos suyas. Me miró a los ojos, con sus ojos llorosos y se apoyó en mi brazo. Por lo que acerqué la silla para estar junto a ella. Se apoyó en mi hombro. Una de sus manos se deslizó por mi antebrazo y sentí un escalofrío que cimbró mi cuerpo. Cerré los ojos por unos segundos. Quise deleitarme con aquella sensación antes de perderla. Pero, por cerrarlos, no me di cuenta de que ella me vio hacerlo. Supo del impacto que me había causado.

- ¿Quieres ir a algún lado...? - Me dijo con su cálida voz

- Voy a la entrevista - Respondí, interrumpiendo su pregunta

- ...conmigo? - Terminó aquella pregunta que ni por un instante, supuse que me haría

- Claro - Dije con una voz muy baja, que apenas y me alcancé a escuchar. Estaba más que sorprendido. No lo podía creer.

- Espérame afuera y pide un taxi - Me dijo mientras se alejaba al interior de las oficinas del hotel.

Pagué la cuenta de los cafés, tomé mis documentos y me dirigí a la salida. No demoré en tener el taxi a mi disposición. Sólo debía esperar a a bella dama. Diez minutos después la vi venir, ya sin el traje azul que usan en servicio.

Lo primero que hice al entrar a la habitación del hotel que elegimos para nuestra aventura, fue contemplarla. Me retiré algunos pasos de ella y le pedí que se quedara ahí, donde pudiera admirarla. Se sonrió. Y empezó a modelar para mí algunas poses sensuales y provocativas.

Luego abrió sus brazos, insinuando que me acercara. Lo hice. Y nos abrazamos un par de minutos, con fuerzas. Ella, con las ganas de sentirse amada y protegida. Yo, con la pasión y el deseo que me despertaba.

La fui desnudando mientras ella permanecía de pie. Cuando me arrodillé para despojarla de su falda y sus pantaletas, ella acariciaba mis cabellos con ternura. Cuando me incorporé, ella estaba completamente desnuda frente a mí. Entonces, ella quiso hacer lo mismo conmigo. Se lo permití. Pero cuando se arrodilló, tomó mi miembro en sus manos y empezó a acariciarlo. Luego lo llevó al interior de su boca y succionó. Succionó tanto que estuve a punto de acabar en su boca. Pero la detuve, colocando mi mano en su frente.

Nos dirigimos a la cama abrazados. Al llegar a la orilla, me empujó y quedé boca arriba.

- Súbete más - Me dijo

Y la obedecí. Enseguida se subió a la cama y se trepó a mi cuerpo. Se fue acomodando sobre mi pene. Lo llevó con su mano a su vagina. Y bajó lentamente, hasta tenerlo completamente adentro. Empezó a moverse sobre mí que, sólo atinaba a tomarla por la cintura y aguantar sus embestidas. Subía y bajaba. Se movía cadenciosamente de adelante hacia atrás y viceversa. Yo sentía su calor y la humedad que nuestros cuerpos emitían. Movió su cuerpo hacia el frente y tuve ante mí, sus senos. Unos senos de regular tamaño, pero apetecibles. Los tomé con mis manos, mientras ella seguía con sus movimientos que poco a poco incrementaban su velocidad. Le toqué los pezones con los dedos índices de mis manos. Y me parece que ella enloqueció con eso. La volví a abrazar por la cintura porque ella se abalanzó sobre mi pecho.

Como no pude acabar - No sé que me ocurrió -  Le pedí que me permitiera montarme sobre ella. Se puso de espaldas sobre la cama, con la vista al cielo raso. La tomé de las piernas y me acerqué. Le introduje el miembro en dos tiempos. Primero el glande y me detuve. Luego hasta el fondo. Y enseguida empecé a bombear con un ritmo que me permitiera durar. Cuando ella pasó sus piernas por mi espalda, me concentré en mirar su hermoso rostro y esos senos que ya no podía tocar. Porque mis manos le agarraban las piernas y las jalaban una y otra vez hacia mi cuerpo. Por fin, pude acabar totalmente, dentro de ella.

Y no fui a la entrevista

 


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