La Infrazorra

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Nos estábamos enrollando en el sofá, aquél sofá prohibido por él, por sus manías de cuidar tanto el mobiliario de la casa. Algo que respetaba porque cada uno es cómo es y yo le amaba, asique no me importaban ninguna de sus manías.

Él era capaz de calentarme tanto con sus besos y caricias que era capaz de llegar al orgasmo sin sexo explícito. Era un hombre morboso, que me susurraba guarradas al oído y me ponía a mil.

Nuestro sexo tan íntimo y especial, me convertía en una zorra sumisa con la que él podía jugar, a veces duramente, a lo que quisiera. Era suya y dejaba que me hiciera lo que él quisiera. Me dominaba y eso nos excitaba mucho a los dos.

Aquella noche era especial, era nuestro aniversario, ya 5 años juntos, habían sido duros porque una casa hay que construirla con unos buenos cimientos y eso hicimos, cimentar a conciencia, aprendiendo a confiar y a querernos.

En lo que no tuvimos problemas nunca fue en la atracción, siempre hubo una química extraordinaria, una atracción animal, casi primitiva. Nos necesitábamos el uno al otro sexualmente como necesitábamos respirar.

Del sofá me llevó a la cama, a pesar de interrumpir mi calentura no me importó porque le amaba y le seguí como un corderito que a al matadero, sin rechistar. Me obligó a tumbarme boca arriba y me ató de pies y manos con unos pañuelos fuertemente. También vendó mis ojos, haciendo que mi excitación creciera, mis sentidos se pusieron alerta y expectantes. Cada beso y caricia me sorprendía y me hacía estremecer. El fuego crecía en mi interior. Fue despiadado con sus caricias, no sabía dónde iba a ser la próxima y cuando tocaba en mi botón del amor no quería que parara y él paraba y continuaba en otro sitio torturándome y haciendo que mi cuerpo se retorciera de placer y sensaciones anhelantes.

Aquel momento tan excitante fue interrumpido por un timbre. Él dijo que esperara y sentí como salía de la habitación dejándome con la palabra en la boca. ¿Quién podría ser?.

Pasaron unos minutos bastante desagradables porque mi cuerpo y mi mente se estaban enfriando, cuando de pronto escuché sus pasos. Sentí como se sentaba sobre la cama y su voz que me dijo que no era nadie en la puerta, adelantándose a mi pregunta de quién había llamado.

Entonces me relajé y le pedí que continuara, y eso hizo, untó sus manos con aceite y las frotó para calentarlo, después comenzó a acariciarme tan suave y dulcemente que hizo que mi cuerpo volviera a ese fuego interno.

Su boca besaba cada rincón y su lengua lamía sin piedad mi clítoris desatando un orgasmo superior. Quería acariciar su cuerpo y besarle. Sentí sus labios hambrientos sobre mi boca y su lengua juguetona entrando a buscar la mía. Ahora era su turno y despegó su boca para introducirme su pene. Lamí su miembro con ansiedad, me sentía muy zorra y quería que me follara la boca, quería que me sometiera y si quería correrse que lo hiciera, yo me lo tragaría gustosamente.

Mientras su polla se apoderaba de mi boca, sentí unas caricias en mi húmedo rincón. Me sorprendió su capacidad de manejarse en aquella postura, pero entonces noté sus manos sujetando mi cabeza. Allí había otra persona. Mi excitación era total, pero mi cabeza luchaba por terminar con aquello, no quería compartirle. Tenía mi boca ocupada y no podía decir nada, aquellas manos exploraban mi cuerpo con dulzura. Eran suaves y delicadas, pensé que pertenecerían a una mujer.

Él comenzó a desatarme las manos, al tenerlas libres inmediatamente fui directa a quitarme la venda de los ojos, necesitaba ver.

Nuestras miradas se encontraron, él necesitaba la aprobación de aquella idea perversa de compartirme con otra mujer. Mi expresión fría ensombreció su semblante. Miré a aquella mujer, sus ojos tristes y sumisos sólo delataban que haría lo que le dijéramos. Le ordené que me desatara los pies.

Mi mente bullía, no sabía qué hacer, le amaba, aquello era lo peor que me podía haber hecho, siempre en nuestras fantasía él intentaba convencerme para hacerla realidad.

Por un momento el tiempo se paralizó, y tomé una decisión, si él había antepuesto su fantasía a nuestro amor se merecía que le dejara, pero tendría que cumplir la fantasía para poder dejarle.

Vi los juguetes que supuestamente ella había traído y cogí uno de ellos, era un dildo. Puse lubricante y lo introduje en mi vagina suavemente y con una mirada lasciva la invité a que se introdujera el otro extremo. Pero no lo hizo, se acercó y comenzó a besarme, entonces él se acercó a mis pezones duros y pellizcó uno de ellos y el otro lo mordió con su boca. Los tres cuerpos mezclados con aceite, sudados y juntos, hacía muy excitante la experiencia.

Mi corazón latía deprisa por miedo, rabia y desamor; pero a la vez por la excitación y el fuego que encendía mi pasión. Aquello era incomprensible, me sentía excitada y cabreada a la misma vez.

La aparté de golpe y la tiré sobre la cama, quería venganza, quería castigarla y sin lubricante le metí el enorme dildo en su vagina. Ella aulló de dolor, pero no me hizo parar y con las dos manos metía y sacaba aquella polla de plástico gigante de su cuerpo. Vi que lo disfrutaba y entonces sin piedad saqué el dildo de su coño y se lo metí duramente en su culo, entró fácilmente, lo que me indicó que ella estaba más que acostumbrada a ser usada a la fuerza, era una zorra sumisa y no por amor sino por vicio.

Me sentí poderosa y excitada, puse mi coño sobre su boca obligándola a que me chupara el clítoris y mientras seguía metiendo el dildo en su super abierto culo. La muy zorra gemía y yo jadeaba por pura excitación. Mi novio se masturbaba mientras me besaba hambriento en la boca. Notaba la dureza de su polla y quise que me follara, entonces le quité a la infrazorra mi coño húmedo y se lo ofrecí a él para que me lo follara. No lo dudó ni un segundo y me la metió brutalmente y bombeó duramente y yo comencé a frotar mi clítoris para buscar otro orgasmo que no tardó en llegar.

Le empujé sobre la cama dejándolo sentado apoyado sobre el cabecero y le indiqué a la zorra que le comenzara a chupar la polla, cosa que hizo obedientemente. Entonces me acerqué y comenzamos a besarnos y a chupársela a la vez, su clímax llegó en segundos y nos llenó la cara y la boca a las dos. Nos seguimos besando y lamiendo aquella leche caliente.

Ella se marchó, nos quedamos solos.Entonces nuestros ojos se encontraron sinceros y hablaron sin palabras, aquello era el final.


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