Son las 8:50 enciendo el coche aparcado en el garaje y me dispongo a salir del garaje.
Tengo bastante prisa y encima hay atasco.
Debo llegar a las 9. Salgo de la rampa rápido y llego al exterior.
Hace un día gris pero no llueve.
Acelero para incorporarme a la carretera pero debo esperar, un coche viene y lo dejo pasar? es el hombre misterioso de todas las mañanas, va en su Ford Focus negro. Me mira descaradamente, desafiante, me encanta, me hace sentir una descarga de adrenalina matutina.
Acelero, no quiero perderlo de vista en la carretera, le sigo por detrás pero como buen piloto ya está pensando en adelantar y recortar distancias hacia el objetivo? llegamos a la glorieta él la da por el carril de adentro y yo por el de afuera. Me cede el primer puesto y me dispongo a coger el carril derecho? una cuesta muy marcada con unas curvas de vértigo con dos carriles. Yo voy por el derecho y él se incorpora al izquierdo trazando esas vertiginosas curvas como si de dos pilotos de rally se tratara. Vamos paralelos. Nos miramos. Pone el intermitente y reduce la velocidad yo acelero. Delante de mí, un autobús lento me retiene. Acelero y lo veo por la otra calle como está detenido por un paso de peatones. Mi ánimo aumenta.
Doy la glorieta y cojo la segunda salida. Freno en el Stop. Intermitente a la izquierda y luego a la derecha y me adentro en el parking exterior por el lado sur. Lo veo, entra por el lado norte. Aceleramos y aparcamos uno enfrente al otro al mismo tiempo. Son las 8: 56. Miramos al frente y nuestras miradas se cruzan. Una sonrisa de satisfacción en nuestros rostros.
Hoy hemos empatado en nuestra particular lucha de cada mañana pero nuestras miradas desafiantes invitan a un nuevo duelo para mañana.
Show must go on.
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