Una tarde de otoño, Adela jugaba con su videoconsola, mientras su abuelito cuidaba de ella. El abuelo se llamaba Pablo.
Pablo era ya muy mayor, tenia el perlo lleno de canas y se apoyaba en un fino bastón.
El siempre me decía "Adela, los niños de hoy no sabéis jugar sino es a los videojuegos" y yo le respondía: "abuelo, tu eres un viejo y los viejos no saben jugar".
Por fin llegaron los padres de Adela y después de cenar Adela y el abuelo se fueron a dormir. Cuando Adela se quedó dormida, sintió como una voz le llamaba."Adela, Adelita" oía en voz baja.
Me desperté y vi a mi abuelo junto a la cama. Se puso el dedo en los labios y me dijo que le siguiera en silencio. Yo miraba a mi abuelo, pero no le reconocía.
En vez del fino bastón que le sostenía, llevaba una espada de madera; en lugar de sus gruesas gafas llevaba un parche en el ojo, también llevaba un autentico gorro de pirata y su pelo ya no era blanco como la nieve.
"Espera que me vista abuelo" dijo Adela, a lo que él respondió "no te hará falta allí donde vamos, démonos prisa". Pablo agarró a Adela de la mano y los dos se apresuraron a la puerta.
Al abrirse la puerta de la casa, detrás de ella se abrió un mundo de ensueño donde los niños jugaban sin consolas, había niños jugando a los piratas y corrían en busca de mi abuelo gritando "capitán, capitán, nos atacan" y en ese momento mi abuelo levantó su espada y gritó "a por ellos mis valientes". Salimos corriendo los dos, mientras los niños nos seguían con la espada en alto gritando y riendo. Mientras corría me di cuenta que ya no vestía el pijama, sino que tenía una vestimenta de pirata, igual que la de mi abuelo.
Al llegar al barco subimos, y al entrar era como un gran parque, donde los niños jugaban a un montón de juegos desconocidos para mí. Miré a mi abuelo y cada vez me parecía más niño. Tenía unos ojos enormes y saltaba y reía de un lado a otro sin soltar mi mano, yo corría junto a él, jugando, saltando y sin parar de reír. Aprendí miles de juegos, como saltar a la comba, jugar al truque, a policías y ladrones y muchos más.
Fue pasando la noche y mi abuelo al final era un niño como yo.
De repente una voz grito: "capitán, es la hora de zarpar, debemos irnos ya".
Mi abuelo me acerco hasta la puesta de mi habitación, me miró a los ojos y me preguntó: _"lo has pasado bien? ", yo le dije: "Abuelo, siento haberte dicho que eres un viejo y que no sabias jugar y que me he divertido mucho y querría volver a repetirlo". Mi abuelo me miró a los ojos, me agarró las manos y me dijo "Adela, yo debo de zarpar en este barco." Yo le dije -"quiero quedarme contigo" y continuó diciendo. "Adela, hoy ha sido el día más feliz de mi vida, pero este viaje lo tengo que hacer yo solo, aquí seré por siempre un niño y estaré esperando toda la vida. Un día tu y yo jugaremos aquí para siempre. Yo estaré esperándote".
Le di un beso y un abrazo y volví a la cama. A la mañana siguiente, al despertarme, fui corriendo a contarle a mi abuelo el sueño que había tenido, pero el no estaba. Mi madre me dijo que se había ido con los angelitos al cielo y que no iba a volver, pero solo yo sabia la verda. Mi abuelo era el capitán de un barco de juegos pirata y me había enseñado un montón de ellos para jugar con mis amigos, y ya no solo estaría con la consola todo el día, sino que saldría al parque y enseñaría a mis amigos a jugar a todo lo que mi abuelo me había enseñado. Así que cogí dos palos y me hice mi primera espada, para ser la capitán pirata del parque de mi barrio
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