La noche era agitada y tormentosa, el cielo, oculto tras oscuras aglomeraciones nubosas que impregnaban las calles de fluviales trombas nocturnas. Michael se dirigía a casa tras una larga jornada de trabajo. Decidió atajar atravesando las desoladas carreteras que bordean el pueblo de Norim. Los limpiacristales chirriaban desbordados de trabajo y el agua se acumulaba sin enmienda en los cristales de su anticuado coche.
La ausencia de visión obligó a Michael a estacionar en uno de los márgenes de la calzada. Su teléfono no tenía cobertura. Cerró los ojos por un instante... el sonido de extenuantes graznidos provocó que los abriera de un sobresalto. Para su asombro, una veintena de cuervos se hallaban, ignorando por completo la caudalosa lluvia, posados exageradamente inmóviles sobre el chasis de su coche. Michael tocó el claxon para intentar ahuyentarlos, pero estos seguían inertes frente a él. Los graznidos cada vez se hacía mas desagradables. Michael intentaba arrancar el coche cuando el choque de una piedra contra el capó de su coche ahuyentó a los carnívoros pajarracos.
Una niña pequeña se hallaba lanzado piedras escondida tras el tronco de un árbol. Michael salió del coche. La pequeña se asustó, no tendría más de siete años de edad. Su cabello era rubio, extremadamente largo, vestia un simpático y pomposo vestido celeste que hacía juego con sus enormes ojos. Michael quedó conmovido por la belleza de la pequeña, aun estando empapada de agua, a ella parecia no afectarle.
-No tengas miedo pequeña, gracias por tu ayuda. ¿Qué haces tan sola a estas horas de la noche y con este horrible temporal? preguntó Michael mientras extendía la mano a la preciosa niña.
-Vivo cerca de aquí, en una cabaña con mis tias. Estaba buscando a mi gatito que salio corriendo asustado por la tormenta, entoncés escuché a los cuervos y te ví. Contesto la pequeña aún desconfiada.
-¿Cómo puedo agradecértelo?¿Puedo acompañarte hasta tu casa para asegurarme que llegas bien? es peligoso andar sola a estas horas de la noche. Insistió Michael.
La pequeña se encogió de hombros y comenzó a caminar, Michael caminó junto a ella, mientrás con el ruido de la tormenta se iba perdiendo el espeluznante sonido de más de veinte cuervos graznando sin consuelo.
Tardaron cinco minutos en encontar la cabaña.
-¡¡Lipshen estás ahí!! Me tenías preocupada. dijo la pequeña señalando a un pequeño gatito de pelaje oscuro que se hallaba subido en la rama de un arbol.
Michael llamó a al puerta sin obtener respuesta.
-Adelante pasa, mis tias estáran en el jardin trasero, les encanta salir las noches de lluvía, dijo la niña mientras abría a Michael la puerta de la cabaña.
La casa era pequeña y humilde pero al mismo tiempo bastante acogedora. Se asomó a la ventana y pudo ver la silueta de tres hermosas y jóvenes mujeres danzando totalmente desnudas haciendo círculos bajo la lluvia. Le pareció asombroso a la vez que excitante y no pudo apartar la mirada de aquella ventana. Una de las chicas se percató, enseguida se taparon con largos camisones blancos, que debido a la abundante lluvia quedaron pegados a sus cuerpos transparentando por completo sus perfectas figuras.
Las chicas entraron en la cabaña, la pequeña entró al mismo tiempo con su gatito en brazos. Michael no tenía muy claro como lo recibirian despues de haberlo sorprendido mirando. Tragó saliva y se sento en una pequeña banqueta de madera y mimbre que había junto a la puerta, las chicas se sentaron sobre la mesa sin retirarle la mirada..
-Disculpad la intrusión, continuó Michael con la voz temblorosa. Encontré a vuestra sobrina al lado de la carretera, espantó a una bandada de cuervos que pretendía atacarme y me ofrecí acompañarla a casa.
Una de las chicas, Casca, la mayor de las tres, se acercó y mientras jugaba enredando sus dedos en el pelo de Michael le susurró al oido:
-Esos malditos cuervos son el principal motivo de la escasez de tránsito por estas carreteras, nunca tenemos visitas, y nos sentimos tan solas...
-Dominica creo que es hora de que tú y Lipshen os vallais a la cama, los mayores tenemos que hablar. Dijo Berwick, la segunda de las hermanas a su sobrina mientras se sentaba en el regazo de Michael.
Elly la más jovén de las tres, acompañó a la pequeña Dominica a su habitación. De vuelta trajo consigo un trozo de papel viejo y amarillento, un tintero y una pluma.
-He pensado que podríamos hacer un trato que nos beneficiara a todos, dijo Elly mientras le ofrecía la pluma.
-te escucho. Respondió Michael.
Entre las tres podemos satisfacer todos tus deseos, hace tanto tiempo que no pasa ningun hombre por aqui.. pero queremos algo a cambio.
-Sigue hablando, interrumpió Michael extremadamente sorprendido y excitado.
-Queremos que tu cuerpo y tu alma nos pertenezca para siempre...
Elly le acercó el viejo papel que trajo consigo . había un pequeño texto escrito:
Por mi propia voluntad y a cambio de satisfacer mis deseos, entrego mi cuerpo, mi alma y prometo lealtad y fidelidad eterna a Casca Laveau, Berwick Laveau y Elly Laveau.
Michael acepto sin pensarlo, el jueguecito del contrato le pareció de lo más estimulante, a pesar de tener a su esposa en casa, sería una anécdota inolvidable y nadie tendría porque enterarse jamás. Cogio la pluma, la mojó en el tintero y dejo su firma grabada en aquel amarillento trozo de papel.
Las tres hermanas sonrieron, lo cogieron del brazo y lo llevaron al patio exterio. Allí retozaron bajo la lluvia, mientras Dominica observaba desde la ventana.
El cielo despejó, Michael no olvidaría esa noche, pero iba siendo hora de volver, su mujer estaría preocupada...
Las chicas comenzaron a reir de una manera grotesca, lo empujaron dentro del círculo que había dibujado en la arena. Sobre el que bailaban la primera vez que las vió. Michael no podía moverse, las hermanas lo rodearon mientras recitaban una extraño canto en un idioma desconocido para él. Parecían poseidas. Degollaron a un cuervo y vertieron su sangre sobre el cuerpo de Michael, prendieron fuego al cícrulo y quemaron aquel papel con su firma plasmada dentro él. Mientras, seguían bailando y recitando cada vez más alteradas y extaciadas, hasta caer desvanecidas.
A la mañana siguiente, Dominica se levanto la primera y fue a buscar a sus tias, que aún estaban dormidas debido al extremo cansancio de la noche anterior.
-¿Puedo dejarlo salir? preguntó la pequeña.
-Claro cariño, respondio Casca.
Dominica salió de la casa y abrió la puerta de una enorme jaula dorada llena de espejos que llevaba consigo. Un pequeño cuervo se asomó.
-Puedes irte Michael, pero no te vallas muy lejos, no olvides que hiciste un pacto con mis tías y ahora les perteneces.
Dominica reía a carcajadas al ver como Michael intentaba escapar volando una y otra vez y siempre volvía a aparecer en aquella jaula repleta de espejos, castigado a comtemplar su reflejo con cada intento de huida.
Acabó dándose por vencido y se unió a la bandada de cuervos que rondaba las carreteras de aquel pueblo. Pasaban lo días esperando ver pasar algún transeúnte para pedir ayuda, pero todos huían cuando la bandada de cuervos se les acercaba, o peor aún acababan uniéndose a ellos...
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales