Seducida por mi guardaespaldas 2

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Aún no dando crédito a lo que mis ojos me mostraban, a duras penas pude contestar con un tímido "si", mientras me incorporaba en la cama llena de vergüenza.

"Por favor, nena no te detengas... me acabas de dar la imagen más hermosa que he visto en mucho tiempo". Sus palabras fueron como una llave que encendió mi motor y me obligaron a levantarme de la cama y abalanzarme sobre ese dios.

Me recibió con los brazos abiertos y me aprisionó contra la puerta. Me comió la boca con tanta fuerza y salvajismo, que en ocasiones nuestros dientes se chocaron. Sin piedad, Esteban metió su lengua en mi boca y ambos músculos comenzaron una danza erótica que lo dejó con una firme erección en su pantalón, la cual podía sentir en mi vientre.

Esteban me tiró en la cama, alzó mi vestido y dejó a su merced mi conchita húmeda por causa suya. "Ya te comí la boca y ahora tengo que comerme tu cuquita", me dijo muy decidido. Solo un segundo demoró en quitar mi ropa interior cuando sentí su cálida y húmeda lengua escarbando en mi clítoris. A medida que aumentaban mis gritos y de placer, así era la potencia que impregnaba en su perfecto trabajo oral, el cual complementó con la misma cantidad de dedos que hacía tan solo un par de minutos yo tenía dentro de mí. "No sabes todo lo que te deseaba... eres una niña muy dulce... sabes tan bien, podría embriagarme con tus deliciosos jugos", me susurraban mientras yo disfrutaba de aquel oral, acariciaba su cabello con mis dedos y de vez en cuando miraba cómo devoraba mi cuquita con su lengua.

Después de dos maravillosos orgasmos y con ganas de más, era mi turno de proporcionarle placer. Ahora siendo yo la que mandaba me subí a horcajadas sobre él, bajé su pantalón, su bóxer y vi la verga más grande que alguna vez me había clavado. Estaba larga y lo mejor bien gruesa, con un color rosado y con una cabezota roja y palpitante, envuelta en un sinfín de venas. Con mucho cuidado la metí en mi boca y sentí como un orgasmo salió de su boca. En ese momento me propuse metérmela toda en mi pequeña boca hasta llegar a su base y después de tomar aire lo logré. "Wow Daniella, no conocía la dimensión de tu garganta", me dijo mi adonis con la voz entre cortada y claramente extasiado. Comencé a succionar y a chupar más rápido, haciendo caso al vaivén de sus caderas "vas a hacer que me corra en tu boca niña mala y mis planes para ti son otros", dijo y me quitó enseguida de su miembro.

Esteban rasgó mi vestido y liberó así mis desnudos pechos grandes e hinchados por tanto placer. "Qué tetas más ricas, fue lo primero que en que me fijé cuando te vi", me reveló. "Chupa y muerde mis pezones, te lo suplico", le imploré deseosa por sentir su boca. Así lo hizo, masajeó mis pechos y mordió mis pezones hasta que el placer invadió todo mi ser. "¡Quiero que me la metas ya. No aguanto más!", le grité casi como una orden y entre risas me complació. Esteban abrió mis piernas y sin previo aviso me penetró de un solo golpe y con fuerza. "¿Así querías que te cogiera?", me preguntó después del desgarrador gemido que salió de mi boca al sentir cómo abría mis paredes vaginales con su gran trozo de carne.

Mi guardaespaldas me folló tan duro en posición misionero, que sentía cómo derramaba lágrimas de placer, mientras acariciaba su pelo, besaba su cuello y clavaba mis uñas en su espalda. "Levántate, ahora te quiero en cuatro", me ordenó. Esa fue la posición de mi delirio. De esta manera lo pude sentir tan profundo que me obsequió tres orgasmos y el mejor de los regalos, una corrida entre gruñidos de placer y semen calientico... delicioso dentro de mi coño estrecho. "Podría hacer eso todos los días y no me cansaría", afirmó después de bajarse de mí y descansar a mi lado besando mi espalda.

Y así fue, porque durante todo un año mi cama, la cocina, su habitación, el garaje y cada rincón de mi casa fueron testigos de nuestras memorables cogidas clandestinas. Hasta el sol de hoy nadie conocía mi historia con mi guardaespaldas... hasta ahora.


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