29 de Febrero.

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Fue una decisión mutua, nadie puso excusas y nadie le vio el lado negativo a la idea.

No era amor, no era enamoramiento. Era, lo que se puede llamar el día de hoy, una amistad completa.

Él tenía a su mujer, un poco reservada, un poco callada, muchas veces cariñosa, muchas veces sonriente... Era la mujer que lo complementaba en muchos sentidos, y en otros era lo que más lo destruía.

Lo mismo pasaba con ella, y su pareja. Un ser sonriente, muchas veces amoroso, muchas veces detallistas, un poco complicado, un poco celoso. Complementando su lado alocado y capaz de destruir sus ilusiones en un abrir y cerrar de ojos.

Independientemente de su vida personal, cada encuentro entre ellos se podría describir como fugaz. Sí, son inesperados, rápidos e inolvidables. 

Podían pasar horas hablando, así como horas en silencio, podían reír hasta llorar o llorar hasta reír. Definitivamente había una conexión cósmica entre ellos.

Probablemente ellos no tenían ni idea de eso.

Se amaban en secreto y nunca nadie lo dijo.

Ella siempre recordaba esa sonrisa, un poco, por no decir, demasiado perfecta que el tenia, y el siempre recordaba sus ojos, como él dijo una vez, ¨ojos grandes y brillantes¨.

La fecha llego, 29 de Febrero, no importaba el día. Pero si la hora y el lugar: el café de la esquina, a las ocho de la mañana. Ella siempre llevaba un libro nuevo y él una pintura inédita.

Sentada, esperando que apareciera, ella miraba su reloj, eran más de las ocho, bebía café, revisaba su teléfono móvil y él no llegaba. Empezó a sentirse un poco decepcionada y claro, olvidada...

La puerta del café se abrió, una brisa helada inundó el lugar, levanto la mirada y lo vió cubierto de nieve. El corazón se le aceleró y la sonrisa nació en su boca. El, al verla sintió lo mismo que había sentido la primera vez que estuvo con ella, con su mirada penetrante y su casi sonrisa perfecta se acercó, ella sin pesarlo hizo lo mismo. No se abrazaron, no se tocaron, solo se miraron fijamente, ¨No pensé que fueras a venir¨ - dijo ella en voz baja. ¨No pensé que fueras a esperarme¨ - respondió el, mirándola fijamente.

Regresaron a la mesa, sus miradas decían más que sus palabras. ¨Cómo estas?¨ - preguntaba ella, mientras su mirada gritaba ¨te extrañé¨; ¨Hoy, muy bien¨ - respondía el, mientras su mirada le decía ¨eres hermosa¨. Parecían dos adolescentes iluminándose mutuamente.

¨Ahora te traigo esta pintura que hice hace un año¨ - dijo él. Un exquisita obra de arte en óleo. ¨Hermosa¨ - respondió ella.

¨Aquí esta lo que yo te he traído¨ - Era un libro escrito a mano. Eran sus escritos - ¨Lo inicié la última vez que nos vimos - concluyó. 

El acercó el libro a su nariz y pudo oler el delicado aroma que la cubría a ella. ¨Es perfecto¨- respondió.

Las horas pasaron y las anécdotas no cesaban.

Las miradas eran cada vez más intensas y las pocas caricias quemaban.

 

Partieron del lugar, a su otro escondite, un pequeño hostal a la vuelta del café. La misma habitación a la misma hora. Entraron, una luz tenue adornaba el pequeño lugar, el olor a canela se impregnaba es sus narices, y estando juntos y solos, no había otra que hacer, mas que besar los labios del otro. 

El con ella era un caballero, la tocaba suave y dulcemente, cada beso les quedaba grabado en el corazón, cada caricia era un te quiero, cada mirada era un deseo escondido. El cabello de ella caía sobre su cara, sus manos calentaban todo su cuerpo, sus besos alimentaban su cuerpo. Se amaron por un par de horas, y los besos bajaron de intensidad poco a poco.

 ¨Desearía no esperar otros cuatro años para volver a verte¨ - dijo él.

 ¨Desearía detener el tiempo y quedarme aquí siempre¨ - dijo ella.

 Ambos sonrieron, sabiendo que ni uno ni lo otro era posible.

 Ella se dio la espalda y bajo las sabanas tomó su mano, él se aferró a ella, como lo hacía cada cuatro años.

 ¨No me sueltes¨ - susurro ella,

¨Nunca te soltare¨ - le respondió.


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