El demonio se quedó con mi alma y en las noches otrora de borrasca pedía al cielo que no fuera cierto, acostumbraba acurrucarme sosteniéndome fuertemente las piernas hasta ver nada en absoluto. Solo así creía que podría ser o debía serlo; que los tormentos de mi alma desaparecerían con la presión de mis ojos contra el mundo y que la angustia se desvanecería con el quehacer craquelante de mi pecho; pero nada más alejado de la realidad estaba y todo siempre tendía a hacerme ver el error causante de mi desdicha. Entre lobos aullantes insertos en mi cabeza me perdía segundos eternos de desazonada perfidia y locura; como quien desea arrancarse la piel desde dentro y alimentarse con la misma.
Lo sabía, si algo vale tanto para ser comprado entonces nunca ese algo debe ser vendido;
Y en soplos fútiles de lucidez perene tuve presente toda mi ausencia,
Así de claro como lo recuerdo jugué con mi destino y perdí,
Sin saberlo fui más oscuro que la misma oscuridad,
Ahora sin espectro, deambulo por las esquinas solitarias de la demencia ígnea que me atiborra, cavilo sobre la idiotez eterna del condenado al cabildo, y tan desesperado como ferviente, me hallo escribiendo esta mísera y desesperada nota contando mi trágico esquilo.
Inquieto e inmóvil ora, solo aguardo que llegue ésta a tus manos y puedas leerla, para así poder robarte lo que, por soberbia, vanidad o malicia, al final ambos ya hemos perdido.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales