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La princesa había recorrido todas las charcas del reino buscando un sapo a la altura de sus expectativas. No esperaba un príncipe guapo alto y atlético. Quería un hombre inteligente, divertido y leal. Mil sapos besó y ninguno deshizo el hechizo. Sus posibilidades se agotaban, hasta que un joven logró traer el último que quedaba en un lugar recóndito del bosque. La princesa agradecida lo cogió y lo beso para comprobar que nuevamente había fracasado. El joven inteligente, divertido y leal le hizo una reverencia y se marchó por donde había venido.
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