No somos racionales

La lucha que aquel hombre había tenido con sus congéneres no era más que un vestigio de nuestra irracionalidad como seres humanos. Por mucho que hayamos evolucionado en el fondo no hemos cambiado demasiado, pues seguimos siendo violentos tanto física como verbalmente para conseguir dañar a los demás, viéndoles siempre como oponentes en lugar de buscar una fructífera relación basada en la colaboración recíproca.

Somos egoístas, esto es un hecho y cuanto más tenemos más queremos tener porque nos volvemos más inconformistas, aunque realmente no sería malo si buscásemos prosperar de forma totalmente pacífica, lo cual no suele ser lo habitual y nos corrompemos tanto o más que aquellos a los que anteriormente habíamos tildado de canallas.

Seguramente sea prácticamente imposible que esto termine algún día, porque los hombres somos poco racionales en la práctica. Aprobamos en la teoría debido a que resulta sencillo y lógico comprender lo que es bueno y lo que no lo es, pero si nos vemos en la necesidad de aplicarlo nos surgirán ciertas dudas, pues tal vez el aplicar nuestro buen criterio para obrar bien nos impida obtener un resultado satisfactorio y realmente pocas personas están dispuestas a verse perjudicadas cuando tienen una solución efectiva y fácil, aunque esta no se corresponda con su propia moral.

Hablar resulta muy fácil, pero cuando nos disponemos a cambiar el mundo surgen problemas no previstos y al tratar de solucionarlos nos desviamos tanto del tema para no comprometer nuestra situación que todo sigue igual.